En un día como hoy, hace un siglo en Orizaba, Veracruz, nació un niño que, con el tiempo, sería elogiado por su brillantez. Emilio Carballido Fentanes, así fue bautizado, dejó una huella profunda en el mundo del teatro y la literatura mexicana. La crítica literaria Selma Ancira retrató su infancia como la de un niño frágil que prefería sumergirse en los libros que jugar con sus compañeros de la infancia.
Su trayectoria académica tuvo altibajos; aunque comenzó sus estudios en la Facultad de Leyes en 1945, pronto se trasladó a la de Filosofía y Letras y, posteriormente, a la de Arte Dramático. Allí, recibió enseñanzas de prestigiosos maestros como Rodolfo Usigli y Fernando Warner, y compartió aula con grandes talentos como Rosario Castellanos y Jorge Ibargüengoitia.
El reconocimiento de su talento llegó de la mano de Salvador Novo, quien en su rol como jefe del Departamento de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes le solicitó una obra para una temporada especial. Así nació “Rosalba y los llaveros” en 1950, una comedia que capturó su excepcional sentido del humor y lo catapultó a la fama.
A lo largo de su vida, Carballido destacó como un prolífico dramaturgo, con casi 200 obras a su nombre. Entre sus creaciones más exitosas se encuentran “Un pequeño día de ira” (1960), “¡Silencio pollos pelones ya les van a echar su maíz!” (1963), “Te juro Juana que tengo ganas” (1965), y muchas más, que han sido presentadas en varios idiomas y países, incluido Estados Unidos, España y Alemania.
Para conmemorar el centenario de su nacimiento, eventos especiales están programados. El 28 de este mes, el Teatro del Bosque Julio Castillo acogerá la presentación de “Te juro Juana que tengo ganas” en francés, acompañada de subtítulos en español. Además, el 30, la Sociedad General de Escritores de México rendirá homenaje a Carballido con una placa conmemorativa en el Teatro Enrique Lizalde y la escenificación de una escena de “Rosa de dos aromas” por la reconocida actriz Nuria Bages.
En su obra “Un cuento de Navidad”, dos personajes de Santa Claus representan la dualidad de las festividades, ofreciendo un diálogo con humor ácido. En este contexto, la niña expresa sus deseos navideños a un Santa Claus elegante mientras su contraparte, más modesta, reacciona de manera cómica y directa, reflejando una crítica social a las diferencias de clase y la comercialización de la navidad.
La celebración de su vida y obra no solo es un homenaje a un hombre que dejó una marca imborrable en el teatro mexicano, sino también una invitación a redescubrir sus contribuciones y el legado de su enorme talento.
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