Durante los primeros 25 años del siglo XXI, el mundo ha sido testigo de tres crisis de magnitud global que han reconfigurado no solo el panorama político, sino también el económico y social.
La primera de estas crisis comenzó el 11 de septiembre de 2001, cuando el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York llevó a los Estados Unidos a invadir Irak y a desatar un conflicto en Afganistán que se convertiría en el más prolongado en la historia del país, extendiéndose hasta 2021. Esta guerra, aunque parecería local, tuvo repercusiones profundas en el sistema financiero global. En respuesta a los atentados, el gobierno estadounidense promulgó la Ley Patriótica, destinada a reforzar las medidas de seguridad y a combatir el terrorismo. Esta legislación obligó a las instituciones financieras a cumplir con estrictos controles, llevando a un fortalecimiento de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), que se encarga de supervisar transacciones con grupos y naciones consideradas de riesgo.
La segunda crisis, la crisis de las hipotecas subprime, emergió a mediados de la década de 2000, cuando una burbuja inmobiliaria se expandió a nivel mundial, especialmente en Estados Unidos. Esta burbuja se alimentó de la creencia de que “las casas nunca bajan de precio”, impulsada por tasas de interés en descenso desde finales de los años 90. Los productos financieros derivados, tales como las Obligaciones de Deuda Colateralizada (CDO) y los Credit Default Swaps (CDS), jugaron un papel crucial, permitiendo a los inversores apostar en el rendimiento de hipotecas sin poseerlas. La falta de transparencia y una regulación insuficiente llevaron a una crisis devastadora cuando el mercado inmobiliario colapsó, dejando a gran parte de la población sin la capacidad de cumplir con sus hipotecas.
Finalmente, la tercera crisis ha sido desencadenada por la pandemia de COVID-19. La Organización Mundial de la Salud ha estimado que este virus ha cobrado la vida de al menos 35 millones de personas. Las medidas de confinamiento obligaron a las economías de todo el mundo a enfrentar una caída drástica del Producto Interno Bruto (PIB), lo que llevó a los gobiernos a implementar políticas contracíclicas para intentar estabilizar la situación. Sin embargo, esta recuperación ha estado marcada por un endeudamiento público sin precedentes.
Actualmente, se anticipa que podríamos estar en las puertas de una cuarta crisis del siglo XXI. Las deudas de naciones como Estados Unidos, que asciende a 37 trillones de dólares (más del 100% de su PIB), y Japón, donde la deuda supera el 230% del PIB, generan preocupaciones sobre la capacidad de pago. En Europa, la media se sitúa por encima del 100%, con Grecia liderando el ranking con un preocupante 147%. En América Latina, Argentina y Brasil enfrentan deudas de 80% y 94% de su PIB, mientras que México se encuentra en una posición relativamente mejor con 59%.
Curiosamente, algunos economistas, entre ellos Bill Ackman y David Solomon, han señalado que, a pesar del abultado endeudamiento estadounidense, la capacidad de pago del gobierno es notable gracias a su participación en el mercado corporativo. El poder de ajuste fiscal podría permitir un crecimiento promedio de entre el 2% y el 3%, siempre que se fomenten condiciones favorables.
Un ejemplo de esta búsqueda por revitalizar la economía es la inversión de 50 billones de dólares que Amazon planea dirigirse a proyectos de infraestructura de Inteligencia Artificial a partir de 2026. Este enfoque pone de relieve una nueva paradoja: un crecimiento económico impulsado por la IA podría no traducirse en aumentos de empleo. La creciente productividad podría, irónicamente, desarrollar economías prósperas con menor necesidad de mano de obra, lo que plantea un desafío para los economistas.
Con un contexto global que continúa evolucionando, queda en evidencia que el manejo de estas crisis y el aprovechamiento de la tecnología requerirán una re-evaluación del enfoque económico tradicional que ha prevalecido desde 1970. Las decisiones que tomen los gobiernos y las corporaciones harán eco en el futuro del capitalismo global.
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