En el corazón de la innovación minera, la empresa canadiense The Metals Company (TMC) se posiciona como pionera en la extracción de minerales en las profundidades marinas. Con el respaldo de políticas impulsadas por Donald Trump, su director ejecutivo, Gerard Barron, muestra una visión audaz sobre el futuro de la minería submarina. Su ambición no solo abarca la exploración, sino que también se extiende hacia la extracción de nódulos polimetálicos en el Pacífico, recursos esenciales para la transición energética.
TMC ha tomado decisiones estratégicas al solicitar al gobierno estadounidense, a través de su filial en el país, el primer permiso de minería comercial en aguas internacionales, eludiendo temporalmente a la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA). Este movimiento ha sorprendido a muchos en la comunidad internacional, generando un debate sobre la regulación de la minería submarina.
Barron ha expresado su optimismo sobre la inminente aprobación del permiso, confiando en que la orden ejecutiva del expresidente Trump facilitará un proceso rápido. Este impulso podría permitir que TMC comience sus operaciones de extracción antes de lo previsto, con un primer buque de producción, el Hidden Gems, ya en funcionamiento. El objetivo es transformar los nódulos extraídos en metales como níquel, cobre, cobalto y manganeso, cruciales para la industria tecnológica y de energías renovables.
Aunque TMC no ha establecido una fecha exacta para su primera producción, Barron menciona que es posible que la autorización llegue incluso antes de lo esperado. La planificación inicial prevé alcanzar una producción a gran escala de 12 millones de toneladas anuales para el año 2030-2031.
El director ejecutivo también aborda la relevancia de ser los primeros en este ámbito, asegurando que, aunque no es una prioridad, es un hecho que lo lograrán. Sin embargo, no oculta su preocupación por quienes se oponen a la minería submarina, comparando su resistencia a la que enfrentó la energía nuclear. Según Barron, la oposición está alimentada por desinformación y dramatizaciones sobre los posibles impactos ambientales.
TMC ha acumulado datos extensivos que, según su director, demuestran que los impactos de la extracción submarina son significativamente menores que los métodos mineros terrestres. Aunque la situación actual de la ISA y su código de minería plantea incertidumbres, Barron confía en que la realidad comercial y el apoyo de Estados Unidos prevalecerán sobre las restricciones regulatorias que podrían impuestas por países donde sus socios operan.
El contexto de esta apertura a la minería submarina no solo plantea preguntas sobre el futuro de la industria, sino que también refleja tensiones internacionales y ecológicas en un momento en que la demanda de metales para energías renovables está en auge. Así, el camino hacia la minería en las profundidades marinas se está trazando, y sólo el tiempo dirá el impacto que tendrá en la economía global y en nuestro entorno.
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