En un mundo saturado de distracciones y ruido digital, el filósofo Byung-Chul Han nos invita a reflexionar sobre el valor de los objetos tangibles y su impacto en nuestra experiencia sensorial. Mientras algunos se centran en el análisis superficial de los iconos de la cultura pop, como Taylor Swift y el significado del color naranja, Han se sumerge en una exploración más profunda sobre la conexión que tenemos con las cosas físicas que nos rodean.
En su obra “No-Cosas: Quiebras del mundo de hoy”, el autor indaga en el creciente desapego de la sociedad hacia los objetos materiales que constituyen nuestra memoria y presencia en el mundo físico. El último capítulo se titula “Una digresión sobre la gramola”, donde Han comparte su experiencia tras un encuentro fortuito con una tienda de gramolas en Schöneberg, Berlín. Este descubrimiento no es solo un anhelo nostálgico; impulsa una profunda reflexión sobre el impacto del sonido material en contraposición a la frialdad del sonido digital.
La fascinación de Han por la gramola va más allá de su aspecto estético. Al describir cómo su diseño rememora la elegancia de los automóviles clásicos, resalta la sensualidad de los objetos físicos. La gramola se convierte en un símbolo de atención y conexión, en contraste directo con la banalidad de la información digitalizada. Este análisis nos invita a considerar cómo el ruido constante y digital que nos rodea erosiona nuestro silencio y, por ende, nuestra capacidad de atención.
La narrativa también se adentra en la experiencia acústica de la gramola: los sonidos del mecanismo y la música en sí misma son presentados como un universo sonoro rico y lleno de matices, muy contrario a los fríos archivos digitales que han reemplazado a estos dispositivos icónicos. Tal como Han menciona, la gramola es un “autómata con presencia física”, mientras que la tecnología moderna puede parecer vacía y ausente.
En este contexto, su defensa por lo sólido y tangible se erige como una crítica a una sociedad que tiende a descorporeizarse. En un mundo donde la música se consume a través de listas de reproducción impensadas, surge la pregunta: ¿qué valor otorgamos a la experiencia sensorial que se deriva de la interacción con objetos reales? La participación activa en esta experiencia, ya sea en un bar o en la intimidad de un hogar, refleja una búsqueda por algo más profundo en medio de la trivialidad contemporánea.
Este análisis de Byung-Chul Han no solo invita a una reevaluación del significado del silencio y la atención en nuestra vida diaria, sino que también subraya la importancia de la materialidad en un entorno cada vez más desprovisto de ella. Es un llamado a redescubrir el placer y la gratitud que podemos experimentar al interactuar con lo tangible en un mundo que a menudo parece abrumado por la inmediatez y lo digital.
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