La relación entre México y Estados Unidos respecto al agua se encuentra en un punto crítico, ante los recientes comentarios del expresidente Donald Trump sobre el incumplimiento del Tratado de Aguas entre ambas naciones. Trump ha advertido que, si México no entrega antes del 1 de enero de 2026, una cuarta parte del agua adeudada —cerca de 200,000 acres-pies (aproximadamente 246 millones 696,000 metros cúbicos)— impondrá un arancel del 5% a los productos mexicanos.
Estas afirmaciones surgen en medio de un trasfondo complicado. Hasta ahora, México ha entregado solo el 50% del agua que le corresponde en el quinquenio que comenzó en octubre de 2020 y finalizará en el mismo mes de 2025, según datos de la Comisión Internacional de Límites de Aguas (CILA). De los más de 1,042 millones de metros cúbicos que debían ser enviados, aún quedan pendientes más de 800,000 acres-pies (986 millones 784,000 metros cúbicos).
La situación se complica aún más por la sequía que afecta a la frontera entre ambos países. Las presas Amistad, en Coahuila, y Falcón, en Tamaulipas, que son fuentes principales de agua para el sur de Estados Unidos, reportaban niveles alarmantes de almacenamiento de solo 24.6% y 10.3%, respectivamente, hasta el 18 de noviembre. Esta escasez se ha vuelto crítica en varios municipios de Coahuila y Chihuahua, donde hasta el 71% de los municipios en Coahuila enfrentan algún grado de sequía.
Además, se ha anticipado que la seca continuará impactando ambas naciones en 2026. Acuerdos previos firmados en 2017 y 2024 han llevado a una reducción en las asignaciones de agua para estados como Arizona, California y Nevada. Para el siguiente periodo, se prevé una reducción de hasta 1,604 millones de metros cúbicos de agua para los usuarios de la cuenca baja del río Colorado en Estados Unidos.
Las perspectivas no son alentadoras, y la tensión persiste, ya que las condiciones climáticas adversas complican aún más el cumplimiento del tratado. En este contexto, la responsabilidad de cumplir con los acuerdos internacionales se vuelve más apremiante, con la amenaza de consecuencias comerciales que podrían impactar no solo a los agricultores estadounidenses, sino también las relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos. El tiempo corre, y ambos países deben encontrar soluciones efectivas para esta crisis hídrica.
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