El 8 de agosto de 2025, se llevará a cabo una cumbre internacional en la Casa Blanca, donde Donald Trump recibirá a los líderes de Azerbaiyán y Armenia. Esta reunión ha sido catalogada por Trump como una “cumbre de paz histórica”, resaltando la importancia del encuentro en el contexto de décadas de conflicto entre ambas naciones.
Ambos países, que han estado en guerra durante largos años, han visto miles de vidas perdidas, un hecho que ha generado diversos intentos de resolución que han fracasado en el pasado. Trump, a través de su plataforma social, expresó su esperanza de que esta cumbre pueda finalmente llevar a un acuerdo duradero. Los respectivos líderes, el primer ministro armenio Nikol Pashinyan y el presidente azerbaiyano Ilham Aliyev, llegaron a Washington para firmar acuerdos bilaterales significativos con Estados Unidos.
A lo largo de casi cuarenta años de conflicto, la posibilidad de que Bakú y Ereván logren establecer una paz duradera se vislumbra al alejarse de la influencia de Moscú. Ambos países están reorientándose hacia Occidente, un cambio significativo en su política exterior. La realización de esta reunión en un lugar tan simbólico como la Casa Blanca no solo enviará un mensaje claro a Moscú, sino que también subrayará el papel de EE. UU. como mediador y actor activo en la resolución de conflictos internacionales.
Esta cumbre se lleva a cabo en un contexto crítico. Coincide con el plazo establecido por Trump para que el Kremlin acepte un alto el fuego en las tensiones que han caracterizado la región. El encuentro de Pashinyan y Aliyev en Abu Dhabi el 10 de julio había sido un paso positivo hacia un tratado de paz, trabajándose en los detalles para una coexistencia pacífica tras años de enfrentamientos.
Uno de los puntos más cruciales de la agenda es el desarrollo del “corredor de Zangezur”, un proyecto que permitirá conectar el territorio continental de Azerbaiyán con su enclave a través de Turquía, transcurriendo por territorio armenio. Este desarrollo no solo tiene implicaciones económicas y logísticas, sino que también simboliza un cambio en la dinámica política de la región, alejándola de la influencia rusa.
Es claro que la resolución del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán tiene el potencial de cambiar el rumbo de las relaciones en el Cáucaso y podría modificar el balance de poder en una región históricamente marcada por tensiones y rivalidades. La atención internacional está puesta en este encuentro, que podría ser un punto de inflexión no solo para estos dos países, sino para la geopolítica del área en general.
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