En el corazón de Huatabampo, Sonora, un legado cultural resuena a través de las palabras y acciones de Antolín Vázquez Valenzuela, un destacado promotor de la cultura yoreme-mayo. A sus 61 años, ha sido galardonado con el Premio Nacional de Artes y Literatura 2024, en la categoría de Artes y Tradiciones Populares, reconocimiento que considera no solo un logro personal, sino un homenaje a su comunidad.
Originario de Navojoa, Vázquez Valenzuela se trasladó a El Júpare poco después de nacer, donde creció en una familia de jornaleros agrícolas. Su infancia estuvo marcada por la riqueza de tradiciones y la conexión con la lengua yoremnokki, sembrada en su corazón por su abuela, quien le inculcó el aprecio por su cultura. Esta experiencia temprana cimentó su futuro compromiso con la defensa y promoción de su identidad.
Con una trayectoria que abarca 35 años, ha trabajado incansablemente en diversas iniciativas culturales, destacando la creación de centros comunitarios que fomentan el arte y las tradiciones orales. Ante el creciente riesgo de extinción de lenguas indígenas, su labor ha sido crucial para preservar el yoremnokki, esencia cultural de su pueblo, que actualmente es hablado con fluidez por apenas el 30% de la población. Vázquez Valenzuela lamenta que muchos jóvenes ya no comprenden los significados profundos de las canciones tradicionales, lo que representa una pérdida para la identidad de la comunidad.
A pesar de ser un referente nacional, su compromiso está lejos de concluir. Señala que la jubilación de su puesto en la administración pública no detendrá su activismo. Su determinación de continuar promoviendo la cultura hasta el final de sus días resalta su pasión por las tradiciones que definen a su gente.
En El Júpare, se llevan a cabo celebraciones que mantienen viva una cosmovisión sincrética, resultante de la fusión de creencias indígenas y elementos traídos por los colonizadores. Estas festividades, como las danzas del venado y las ceremonias patronales en honor a la Santísima Trinidad, son ejemplos de una resistencia cultural frente a los desafíos de la globalización y el olvido. La comunidad se reúne anualmente en estas ocasiones, reforzando su identidad y su vinculación con el pasado.
Sin embargo, la comunidad enfrenta retos contemporáneos como la migración y el desplazamiento lingüístico, que amenazan con desdibujar sus tradiciones. A pesar de estos obstáculos, Vázquez Valenzuela se muestra optimista porque ve en su hija, Trinidad, el futuro de su cultura: ella ha asumido un papel clave como primera mujer en la presidencia del cargo tradicional en El Júpare, una señal esperanzadora para la continuidad de su comunidad.
Su reciente reconocimiento lo tomó por sorpresa, pero no sin gratitud hacia quienes lo apoyaron en su camino. Antolín Vázquez invita a otros a conocer y acercarse a la vida tradicional de los pueblos indígenas, enfatizando que la dignificación de la cultura comienza por valorar la lengua y vivir las tradiciones con orgullo.
Así, mientras se acerca la ceremonia de entrega del premio en la Ciudad de México, este promotor cultural sigue trabajando desde su tierra natal, recordando con firmeza que para los pueblos indígenas, la lengua y la cultura son fundamentales para la supervivencia y el orgullo de su identidad. La rica tradición y la vibrante comunidad de El Júpare continúan ardiendo, un testimonio de la resistencia cultural en tiempos desafiantes.
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