La preocupación por las relaciones entre España y China se ha intensificado en el contexto europeo, donde diversas capitales expresan una inquietud palpable. Aunque la Comisión Europea ha moderado su tono crítico en comparación con el año pasado, la inquietud persiste. En diciembre de 2025, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, abogó por evitar aranceles al coche eléctrico chino en medio de las negociaciones entre Bruselas y Pekín, lo que ha causado reacciones disparadas entre sus socios europeos.
Fuentes diplomáticas alemanas han adoptado un tono contundente al calificar la postura española respecto a China como “ingenua”. Este juicio se fundamenta en experiencias pasadas que consideran relevantes. La nerviosidad se extiende más allá de las críticas a España, ya que los alemanes sostienen que esta postura “pone en riesgo a más Estados de la UE”.
Este malestar se ve reforzado por las advertencias de figuras como el ex jefe militar de la OTAN, Rob Bauer, quien ha alegado que España “sueña” al pensar que los contratos de Huawei con la Guardia Civil son completamente seguros, sugiriendo que el país es consciente de la gestión de datos sensibles. En el otro extremo, los Países Bajos han tenido confrontaciones directas con China al nacionalizar Nexperia, una compañía de microchips, mientras que Francia ha censurado a la plataforma Shein.
El enfoque más cauteloso de la UE contrasta con la relación más cercana que España ha cultivado con China. Desde el análisis de Li Shui, un comentarista en medios estatales chinos, se recalca que la “filosofía diplomática” española actúa como un puente entre el gigante asiático y Europa. Li subraya cómo España se ha convertido en un defensor del multilateralismo y del libre comercio dentro de la UE, impulsando el desarrollo de relaciones sino-europeas.
Las visitas del Rey Felipe VI y del presidente Sánchez a China, así como los viajes del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, han indicado un enfoque diplomático sin precedentes. Sin embargo, en círculos diplomáticos en China, se comenta que quien realmente ejerce el papel de “ministro de Exteriores de España” es José Luis Rodríguez Zapatero, quien ha mantenido conexiones vitales en el país. Este tejido de relaciones que Zapatero ha establecido es considerado como una vía de comunicación crucial en caso de conflictos diplomáticos o comerciales.
La frecuencia con la que aparece en foros relacionados con el Partido Comunista y su relación con altos funcionarios chinos demuestra su relevancia. Compatibilizando sus funciones en think tanks prochinos, Zapatero ha promovido un acercamiento entre las empresas chinas y diversas áreas en España, desde telecomunicaciones hasta seguridad.
Por último, las conexiones de Zapatero han facilitado el acceso de empresas chinas a sectores clave en España, lo que incluye tanto TIC como infraestructuras de seguridad. Este papel articulador resalta la complejidad de las relaciones entre España y China, matizando un contexto donde la consideración geopolitica resulta cada vez más crítica para la estabilidad de la UE.
Con el mundo en un constante cambio, estas dinámicas continúan evolucionando y podrían tener un impacto duradero en las relaciones comerciales y diplomáticas de España con el resto de Europa y su enfoque hacia el gigante asiático.
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