El Hospital General Dr. José G. Parres, uno de los centros de salud más importantes
del estado de Morelos, atraviesa una crisis que ya no puede ocultarse. Entre carencias de
insumos, infraestructura deteriorada y familias que llegan sin ropa, cobijas ni materiales
básicos para sus pacientes, la atención diaria se vuelve cada vez más complicada. En un
estado donde miles de personas dependen de este nosocomio para recibir atención sin
seguridad social, el deterioro ha empezado a sentirse no sólo en los pasillos, sino en la vida
de las familias que buscan ayuda médica urgente.
Desde muy temprano, afuera del área de urgencias se observa a familiares cargando
bolsas con ropa limpia, cobijas, pañales para adultos, gasas, alcohol o jeringas. Estos
artículos, que deberían formar parte de los insumos garantizados por el hospital, se han
convertido en una lista obligatoria para quienes buscan que su paciente reciba una atención
adecuada. Para muchos, este gasto es imposible de cubrir.
Las familias relatan que llegan sin ropa de cambio para su enfermo, sin artículos de
higiene personal o sin los insumos médicos que el personal les solicita. Esto genera
retrasos, angustia y un incremento en las de por sí fuertes tensiones económicas que viven
los sectores más vulnerables.
Personal médico y usuarios han señalado reiteradamente que el hospital sufre ciclos
constantes de desabasto. Algunos días faltan guantes, otros gasas estériles y, en temporadas
críticas, incluso hay escasez de medicamentos para padecimientos comunes o para
tratamientos de urgencia.
A esta situación se suma el desgaste de la infraestructura. Elevadores que funcionan
de manera intermitente, áreas que requieren mantenimiento urgente, y quirófanos que, en
ocasiones, han tenido que reprogramar procedimientos por fallas técnicas o falta de
equipamiento adecuado. Estos problemas no sólo afectan la calidad de la atención, sino que
también incrementan los tiempos de espera y generan un ambiente de incertidumbre entre
los pacientes.
La falta de insumos no es un simple inconveniente logístico, puede representar un
riesgo real para la salud. Procedimientos retardados por no contar con material estéril
pueden aumentar la probabilidad de infecciones, complicaciones o incluso la necesidad de
intervenciones más agresivas.
Por otra parte, la carga emocional que recae sobre las familias es enorme. Muchos
llegan sin los recursos más básicos, pero aun así deben resolver de inmediato la compra de
materiales que el hospital no tiene. La sensación de que la vida del paciente depende de la
capacidad de la familia para comprar un paquete de jeringas o gasas genera ansiedad y una
profunda sensación de abandono institucional.
En las afueras del hospital, familiares relatan que, al acudir al área de curaciones o a
urgencias, les piden materiales que deberían estar garantizados. Algunos usuarios comentan
que han tenido que recorrer varias farmacias para encontrar lo solicitado, mientras que otros
piden préstamos entre familiares para no retrasar una curación o un procedimiento.
También trabajadores del hospital han hecho denuncias públicas sobre estas
condiciones. Aunque señalan que hacen todo lo posible por brindar una atención digna,
reconocen que las carencias dificultan su labor y los ponen en situaciones de desgaste físico
y emocional.
El Hospital General “Dr. José G. Parres” no es un hospital cualquiera. Es la
principal unidad de atención pública de Cuernavaca y un punto de referencia para otros
municipios. Atiende partos, emergencias traumáticas, enfermedades crónicas, cirugías
programadas, atención pediátrica y más. Su papel es vital en un estado donde gran parte de
la población carece de seguridad social y depende de este nosocomio para consultas,
tratamientos y procedimientos especializados. Su deterioro, por tanto, no afecta sólo a
quienes pasan por sus pasillos hoy, sino a toda la estructura de salud estatal
Familias, trabajadores y organizaciones ciudadanas coinciden en varias necesidades
urgentes, como abasto constante y garantizado de insumos básicos; es necesario, pues, un
plan integral de mantenimiento para infraestructura crítica, con protocolos claros que eviten
que los familiares deban comprar materiales indispensables y, desde luego, una supervisión
constante y pública sobre las condiciones del hospital. Quizá lo más urgente sería que
existieran programas solidarios para apoyar a familias que llegan sin ropa ni artículos
esenciales.
La situación del “Parres”, más que un problema administrativo, es un reflejo de la
precariedad estructural del sistema de salud en Morelos. La ciudadanía exige acciones
inmediatas y una estrategia sostenida que devuelva la dignidad al hospital más importante
de la capital del estado.
En cada familia que compra una gasa, en cada paciente que espera, en cada médico
que trabaja con recursos mínimos, se hace evidente la necesidad urgente de devolverle al
Hospital General Dr. José G. Parres el funcionamiento que Morelos necesita y merece; por
lo que hacemos un llamado a la Secretaría de Salud para solucionar el problema. ¿No cree
usted?









