Como podemos percibir en nuestro estado, se abre un escenario de doble riesgo para quienes gobiernan; al mismo tiempo que se anuncian reducciones en homicidios, se registra un repunte (o al menos una sensación de repunte) de otros delitos, junto a una percepción de inseguridad alta. Pero este fenómeno no es sólo de orden público, se convierte en moneda política de cara a la campaña que arranca en poco más de 70 días para la elección estatal de 2027. La gobernadora Margarita González Saravia está en la antesala de un examen electoral. Es un momento clave, ya que hay vacíos institucionales generados por el relevo de gobierno, una estrategia de seguridad que aún está ajustándose y delitos de “bajo impacto” que están creciendo (robo, extorsión y despojo). Asimismo, la percepción ciudadana —más del 90% se siente insegura— sigue elevada.
La gobernadora recibió un estado con retos severos: cuadros policíacos debilitados, una confianza ciudadana deteriorada y una demanda social urgente de resultados. Ha anunciado avances —por ejemplo, descenso de homicidios— lo cual es positivo. Pero la ecuación política exige también que la ciudadanía sienta que su vida cotidiana está más protegida, no sólo que las estadísticas mejoren, eso no lo siente. Es necesario que la ciudadania lo sienta.
El problema es que en el estado, donde la oposición gobierna la mayoría de los municipios, la inseguridad se posiciona como uno de los primeros temas que los ciudadanos consideran al decidir su voto. Cuando el robo, la extorsión o la violencia vecinal se sienten “cerca”, el electorado tiende a castigar al gobierno que percibe como incapaz o lento para reaccionar. En ese contexto, la gobernadora asume una responsabilidad política directa, si la delincuencia crece, o al menos no se siente contenida, su capital político puede resentirse.
Margarita González Saravia es una mujer con un sentido de la responsabilidad muy diferente, hay quienes quisieran encansillarla y señalan que representa continuidad de un proyecto político en Morelos que arranca con la llegada de Morena al poder, con un futbolista que terminó con su imagen en seis años, la verdad es que ella es totalmente distinta, es una mujer cercana a la gente. Las dudas vienen del equipo que la acompaña y en la elección de 2027 la pregunta será: ¿sirve seguir con el mismo equipo / proyecto, o es hora de un cambio? Si la sensación dominante es que “no mejoró” la seguridad, los opositores pueden capitalizarlo como argumento de desgaste. Por el contrario, si logra consolidar una mejora visible, puede convertirlo en parte de su narrativa de éxito.
Creo que aquí está el dilema clave, aunque los homicidios bajen —lo cual es una victoria —, si los casos de robo, extorsión u otros delitos crecen o la gente los percibe como fuera de control, la ventaja política puede invertirse.
Los partidos opositores ya están preparándose para apuntar hacia esos frentes blandos de la seguridad. Y la campaña que arrancará pronto tendrá que incluir a la seguridad como uno de sus ejes. Si tenemos que las campañas para 2027 comienzan formalmente el año siguiente, que inicia dentro de unos 70 días, todo lo que ocurre ahora sirve de “calentamiento” político-mediático. Cada robo masivo, cada extorsión que trasciende, cada operativo fallido, se convierte en material de campaña para la oposición. “La gobernadora no ha logrado contener la delincuencia”, se dirá. Por su parte, el gobierno tendrá que mostrar resultados tempranos, comunicarlos bien y no dejar que la narrativa adversa se arraigue.
Si la percepción ciudadana se agrava, la gobernadora corre el riesgo de que aliados internos o externos (partido, redes de apoyo) empiecen a mirar hacia otro candidato para 2027. En política, el desgaste por inseguridad suele generar dinámicas en que los propios miembros del gobierno o del partido empiecen a distanciarse para preservar sus opciones electorales.
Sera necesario considerar varios escenarios. Si la gobernadora logra consolidar una reducción sostenida de delitos, lanza campañas de prevención visibles, se refuerza la policía local, se comunica bien el cambio de estrategia —entendiendo que la prevención debe complementarse con la persecución—, entonces podría consolidarse una narrativa de “gobernabilidad en ascenso”. Esto le daría ventaja electoral y podría presentarse como la persona que “enderezó” el rumbo, lo cual en 2027 puede traducirse en mantener el control o incluso ampliarlo.
En cambio, si los robos, extorsiones o la violencia social crecen, si los medios amplifican casos de impunidad o nexos entre autoridades y crimen (ya han surgido investigaciones contra funcionarios en Morelos), entonces la narrativa cambia a “inseguridad creciente, gobierno ausente”. Esto podría erosionar su posicionamiento electoral, dar ventaja a los partidos de oposición y abrir la puerta a que la campaña 2027 se centre en cambio de liderazgo, o si la comunicación no mejora -entendiendo ésta no sólo como hablar bien- eso cansa y no tiene contenido; es necesario que se comunique bien, porque, aunque los números mejoren, la gente no lo perciba. Las encuestas de percepción tardan en revertirse. Si la gobernadora no conecta el discurso con la percepción ciudadana, la oposición podría capitalizar esa desconexión. En términos electorales, la percepción pesa tanto como la realidad.
Desde luego, como todo en política, es posible, por ejemplo, construir pruebas visibles del cambio como patrullas en zonas vulnerables, resultados de operativos, reducción de extorsiones o robos y desmantelamiento de redes delictivas locales.
Comunicar esos resultados de forma eficaz al ciudadano común en su colonia, explicando “esto funciona”, “se siente”, “se nota”. Fortalecer la estrategia de prevención y no sólo perseguir delincuentes, sino intervenir las causas (jóvenes en riesgo, empleo, educación, cohesión social). Anticipar y neutralizar la narrativa de campaña adversa pues la oposición ya prepara “seguridad” como bandera. Hay que reforzar la credibilidad institucional, cuando la gente desconfía de la policía, de las autoridades, de los procesos, la mejora organizativa no basta.
La próxima elección en Morelos de 2027 no es un evento lejano. Con apenas 70 días para el año en que arranquen las campañas, lo que hoy se vive en materia de delincuencia e inseguridad se inserta directamente en el tablero político. Margarita González Saravia está hoy en una doble encrucijada; debe demostrar que puede dar resultados y que el público lo perciba. Si lo logra, puede usarlo como palanca electoral. Si no, enfrentará un escenario difícil, donde la seguridad se convierta no sólo en un problema de gobernabilidad, sino de supervivencia política. En los hechos, la seguridad se ha vuelto un tema electoral tan central como los servicios públicos o la economía, y en Morelos la gobernadora lo sabe. El reloj electoral está corriendo y nadie lo detiene, la gobernadora ha hecho un trabajo eficiente en su sistema de no dejar población alguna sin visitar y llevar no sólo su presencia, sino una serie de beneficios para la población. El problema no es ése, el problema es la percepcion de inseguridad que no han sabido comunicar, y si esta no mejora tendremos una elección complicada para 2027. ¿No cree usted?