La reciente experiencia de Viridiana, quien perdió a su pareja tras una dura batalla contra el cáncer, destaca una realidad preocupante en el ámbito laboral: la ausencia de una licencia formal por luto en México. Su historia comienza con la notoria falta de políticas que apoyen a los trabajadores durante momentos de duelo, una situación que debería ser prioridad para las empresas.
Viridiana, quien compartió ocho años de vida con su pareja, recibió solamente dos días de permiso para procesar su dolor y realizar trámites relacionados con el fallecimiento. A pesar de que su jefa mostró empatía y logró extender su tiempo a siete días gracias a la intervención de altos directivos, esta flexibilidad contrasta con la falta de leyes que reconozcan el duelo como un derecho laboral. Actualmente, la licencia por luto no está contemplada en la Ley Federal del Trabajo, lo que convierte este tipo de permisos en un acto de buena voluntad de las empresas, y no en un derecho garantizado.
Un proyecto presentado en el Senado propone la creación de un permiso remunerado de cinco días para trabajadores que enfrenten la pérdida de un familiar directo, una medida que fue avalada por la Comisión de Trabajo y Previsión Social, pero que no logró ser discutida en el pleno antes del cierre de sesiones ordinarias. La necesidad de estos derechos laborales es urgente, especialmente a la luz de relatos como el de Mari, quien enfrentó la pérdida de su madre y hermanos debido a la pandemia de COVID-19. Aunque recibió cinco días de permiso, su regreso al trabajo fue tumultuoso, lidiando con temblores y crisis emocionales.
Viridiana y Mari coinciden en que el duelo es una experiencia humana compleja que requiere tiempo y espacio. La presión que sienten por regresar a sus funciones laborales es contraproducente, pues la falta de un marco legal que respalde sus necesidades emocionales puede agravar, en lugar de aliviar, su sufrimiento.
La situación es aún más alarmante al observar que otros países de Latinoamérica, como Bolivia, Perú, y Argentina, han establecido ya el derecho a permisos por luto, mientras que en México, los trabajadores aún dependen de la sensibilidad de sus jefes. Esta falta de reconocimiento en la ley no solo afecta la salud mental de los empleados, sino que también impone una carga adicional en el proceso de sanación, en un contexto donde la salud emocional debería ser prioritaria.
La legislación laboral debe evolucionar para incluir estos aspectos fundamentales de la vida humana. Reconocer la necesidad de un permiso por luto es un paso hacia un entorno laboral más compasivo y humano. Hasta que esto suceda, trabajadores como Viridiana y Mari continuarán enfrentando desafíos emocionales en medio de sus responsabilidades laborales, lo que subraya la urgencia de hacer del duelo un tema central en las conversaciones sobre salud laboral.
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