Después de una larga jornada, ya sea de trabajo remunerado o no, surge una pregunta crucial: ¿cuánto tiempo libre realmente nos queda? La “pobreza de tiempo” es un concepto que ilustra la escasez de horas en nuestro día para actividades esenciales como el ocio, el autocuidado y el descanso. En este contexto, la propuesta de una reducción de jornada laboral en México se presenta como una posible solución a un problema creciente.
Margarita Vega, investigadora del Center for Time Use Research en la University College London, destaca que esta pobreza de tiempo es un indicador que permite evaluar la pobreza en un sentido más amplio, más allá de los ingresos monetarios. Según su estudio, el uso del tiempo puede ser medido a través de encuestas que analizan las horas dedicadas al trabajo remunerado, al trabajo no remunerado y al autocuidado.
Para establecer una línea de pobreza de tiempo similar a la que se utiliza para medir ingresos, Vega señala que las personas que se encuentran por debajo de este umbral son clasificadas como “pobres de tiempo”. Datos recientes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) indican que los mexicanos disfrutan de un promedio de solamente 13.5 horas al día para actividades recreativas y de autocuidado, incluyendo el tiempo destinado al sueño. Este fenómeno se relaciona estrechamente con el tiempo que se dedica al trabajo; un 23.6% de los trabajadores en México enfrenta jornadas laborales extensas, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
La pobreza de tiempo, según Erika Villavicencio, directora de DserOrganizacional para Latam, no es únicamente un problema estructural, sino que está profundamente arraigado en la cultura, los hábitos y las creencias de la sociedad. No se puede resolver mediante un mero decreto o legislación. Villavicencio argumenta que esta sensación de no tener tiempo suficiente está influenciada por condiciones sociales, laborales y culturales que limitan la capacidad de los individuos para disfrutar de su tiempo. Por ejemplo, responsabilidades familiares, largas horas de traslado al centro de trabajo y el tipo de empleo que se tiene pueden agravar esta situación.
Desde una perspectiva de salud mental y gestión de recursos humanos, Villavicencio enfatiza que la pobreza de tiempo no cambiará con reformas legales si no se abordan los problemas de raíz. En México, uno de los países con más horas de trabajo, la productividad no siempre acompaña la cantidad de horas. Esto puede llevar a consecuencias negativas para la salud mental y las relaciones interpersonales, creando ciclos de agotamiento y estrés.
Ante la posible aprobación de reformas laborales, Villavicencio se pregunta si una reducción en las horas de trabajo realmente cambiará la dinámica laboral. Se cuestiona si ello incluirá una reestructuración adecuada de las cargas de trabajo, la redefinición de objetivos y la eliminación de la creación de un ambiente que normaliza el agotamiento. Sin una transformación cultural que valore la calidad del tiempo, la adaptación de los trabajadores a estas reformas puede resultar desalentadora.
Martha Beatriz Valderrama Sánchez, expresidenta del CNT de Capital Humano del Instituto Mexicano de Ejecutivos en Finanzas (IMEF), subraya que el comportamiento humano es fundamental en este debate. Si bien la reducción de jornada laboral podría resultar en un ambiente más saludable y con mayores índices de bienestar, el camino será complejo. Valderrama sostiene que el problema es multifactorial y requiere una reestructuración integral tanto de la cultura laboral como de las condiciones de trabajo. Para que la reforma tenga efecto, debe ir acompañada de prácticas organizacionales que favorezcan tanto la productividad como el bienestar personal.
El cambio hacia una nueva cultura laboral es esencial para que la reducción de la jornada laboral resulte en beneficios tangibles para los trabajadores. Las organizaciones deben priorizar la capacitación y el desarrollo de talento para alcanzar un equilibrio entre el tiempo libre y la productividad, asegurando que este sea un paso hacia la mejora de la calidad de vida sin comprometer la eficiencia.
Valderrama concluye que la pobreza de tiempo es una forma silenciosa de desigualdad que necesita ser abordada. En un contexto donde las largas horas de traslado son comunes, la reducción de la jornada laboral debe ser diseñada con un enfoque en productividad y calidad de vida, no simplemente como un ajuste en el tiempo trabajado. La implementación de estas reformas podría, entonces, convertirse en una oportunidad transformadora para millones de trabajadores, siempre que se realice con visión y compromiso.
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