La reciente instalación del Tribunal de Disciplina Judicial (TDJ) en México representa un hito significativo para el futuro del sistema de justicia. Este nuevo órgano autónomo, elegido a través del voto popular, tiene la ambiciosa misión de supervisar la actuación de jueces y magistrados, con el objetivo declarado de erradicar la impunidad dentro del ámbito judicial.
Sin embargo, tras la primera semana de funcionamiento del tribunal, persisten interrogantes que nos llevan a cuestionar si realmente estamos ante un cambio de paradigma en la justicia mexicana. La ceremonia de instalación fue formal, adornada con discursos solemnes y la presencia de los tres poderes, pero los aspectos fundamentales del funcionamiento del TDJ aún no están claramente delineados.
Entre las preguntas más urgentes se encuentran: ¿Cómo se estructurará el tribunal y sus comisiones? ¿Qué criterios se establecerán para determinar las faltas graves? ¿Cómo se garantizará su independencia frente a posibles presiones políticas o mediáticas? Asimismo, es crucial considerar qué mecanismos estarán disponibles para proteger a los jueces de represalias y asegurar que el sistema disciplinario no se convierta en un espacio de venganza.
La presidenta del tribunal, Celia Maya, ha insistido en que el TDJ no actuará con espíritu de inquisición, mientras que Bernardo Bátiz aseguró que realizará una vigilancia justa, sin caer en prácticas persecutorias. A pesar de la legitimidad democrática del tribunal, surgida de un proceso electoral, la verdadera legitimidad se construye a través de la eficacia y no mediante votos que puedan estar influenciados por clientelismo.
Para que el TDJ cumpla su función, debe generar confianza también entre los jueces. Si no se implementan sanciones justas, su impacto será mínimo. Peor aún, si se convierte en un escenario para disputas políticas o en un espectáculo mediático, podría socavar la credibilidad de la justicia. La justicia requiere de una base sólida, no de una escenografía atractiva.
Una de las tareas importantes que enfrenta el TDJ será incluir a la ciudadanía en el proceso disciplinario sin caer en la demagogia. La forma en que se manejen las denuncias ciudadanas será determinante en este sentido.
La primera semana de operación del Tribunal de Disciplina Judicial ha sido simbólica, pero se necesita un enfoque más sustantivo a medida que avanza el tiempo. Se exige un órgano capaz de escuchar a los ciudadanos y de dialogar con los distintos poderes, sin perder su autonomía.
La reforma del sistema judicial no debería evaluarse solo por la creación de nuevas instituciones, sino más bien por su capacidad para transformar la cultura jurídica. El TDJ tiene una oportunidad única de lograrlo, pero el tiempo avanza y la confianza pública es un activo que no se puede esperar. En el horizonte, la expectativa de una justicia efectiva y de credibilidad sigue latente.
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