Hoy el miedo se ha vuelto un tema constante, y esa percepción de peligro, aun cuando los indicadores varíen, sigue marcando nuestra cotidianidad. ¿Por qué persiste esta sensación, incluso cuando existen esfuerzos por mejorar la situación? Esa es la pregunta. La respuesta no es sencilla, pues intervienen muchos factores. En buena medida, la percepción de inseguridad no depende sólo de los datos oficiales, sino de la experiencia cotidiana del riesgo.
En Morelos, las noticias sobre hechos violentos o delitos se difunden con rapidez y, en ocasiones, sin verificación. Aunque algunas zonas viven con más calma, los rumores y la desinformación se multiplican fácilmente, generando una sensación de alerta constante. La violencia simbólica —la que se instala en la mente— puede llegar a ser tan pesada como la violencia real.
Otro elemento que influye es la confianza ciudadana en las instituciones. Las personas desean sentirse cercanas a sus autoridades y ver resultados palpables. Cada caso sin resolver o cada hecho delictivo que circula sin aclararse alimenta la preocupación social. No basta con equipar patrullas o instalar cámaras; también se requiere fortalecer el vínculo entre la autoridad y la comunidad para que las acciones de seguridad sean más efectivas.
En este contexto, es importante promover la coordinación entre los distintos niveles de gobierno y las instituciones. La seguridad debe ser un tema de unidad y colaboración, más allá de las diferencias políticas o administrativas. Cuando las autoridades trabajan en conjunto y se comunican con claridad, la ciudadanía lo percibe, y eso contribuye a generar confianza y tranquilidad. El caso de Morelos es particularmente complejo por su ubicación geográfica, su cercanía con la Ciudad de México y los retos históricos en materia de seguridad y justicia. La impunidad y la falta de denuncias siguen siendo desafíos importantes.
Según el INEGI, más del 90% de los delitos no se denuncian, lo que limita la capacidad institucional de atenderlos. Esto no siempre se debe a la falta de acción, sino también a la percepción de que los procesos son lentos o poco eficaces, por lo que urge fortalecer la atención ciudadana y la confianza en el sistema. Atender la inseguridad y su percepción requiere algo más que aumentar la vigilancia. Implica reconstruir los lazos de confianza y participación entre la sociedad y las autoridades. Para ello, se pueden considerar tres ejes fundamentales: Primero, reforzar la presencia institucional en las comunidades, no sólo con elementos de seguridad, sino también con programas de prevención, actividades culturales y deportivas, y espacios públicos activos.
La seguridad también se construye desde la convivencia y el tejido social. Segundo, fortalecer la transparencia y la comunicación. Informar con claridad sobre las acciones emprendidas, los avances y los resultados generan certidumbre y reduce los rumores. Comunicar con apertura y constancia ayuda a que la ciudadanía comprenda los esfuerzos y los retos que se enfrentan. Y tercero, consolidar la participación ciudadana.
La seguridad no depende únicamente del gobierno; también es tarea de la sociedad. Vecinos organizados, jóvenes con oportunidades y comunidades unidas contribuyen tanto o más que cualquier operativo.
Cuando todos asumen su parte, los resultados son más duraderos. El miedo tiene raíces profundas, pero puede revertirse con cercanía, empatía y resultados tangibles. Cuando las personas perciben que las calles son más seguras, que las denuncias se atienden y que las autoridades están presentes, la confianza vuelve. La verdadera paz no se impone: se construye entre todos, día a día. Y en esa tarea compartida, Morelos tiene mucho por avanzar y también mucho por aportar. ¿No cree usted? El próximo 18 de octubre iniciará la temporada de ópera desde el Met de Nueva York, en transmisión directa y alta definición, con La Sonámbula de Bellini, en el Centro Cultural Teopanzolco. Invita Amigos de la Música A.C., garantía de calidad artística. No se la pierda.