La trama suele repetirse: una familia judía se ve obligada a vender su patrimonio para huir de los nazis. En ese patrimonio hay piezas de arte que el tiempo se encarga de revalorizar. Las obras acaban en manos de marchantes y galerías de distintas partes del mundo después de largos periplos de los que no se conocen todas sus paradas. Es decir, en los que se pierden papeles o se realizan transacciones que siempre perjudican a los mismos, a los primeros dueños.
Estos viajes suelen terminar cuando acaudalados coleccionistas compran estas joyas (a inmejorables precios) y las depositan en grandes museos. No las ocultan, al contrario, cuelgan de las paredes de sus pinacotecas hasta que un día un amigo, un familiar o alguien que conoce a los herederos de los propietarios ve las piezas en un paseo por una exposición, los avisa y la historia del cuadro revive con una denuncia judicial. Esto es lo que ha sucedido en las últimas semanas con un cuadro de Pisarro y otro de Mondrian, ambos expoliados por los nazis y exhibidos desde hace décadas en importantes instituciones culturales.
La primera batalla judicial en resurgir será el 18 de enero entre la Fundación Colección Thyssen-Bornemisza y el Tribunal Supremo de Estados Unidos por los derechos del cuadro Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia, pintado en 1897 por el impresionista francés Camille Pissarro. La corte estadounidense ha aceptado revisar un caso que el museo español dio por cerrado en agosto de 2020. Entonces, un tribunal de San Francisco determinó que la fundación es la legítima propietaria del óleo y no la familia Cassirer-Neubauer, herederos de Lilly, una acaudalada mujer judía que tuvo que desprenderse de él en 1939 por 360 dólares para poder salir de Alemania y evitar ser trasladada a un campo de concentración.
Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia
Han pasado casi dos décadas de litigios y dos sentencias judiciales (la primera fue en 2018 en un tribunal de Los Ángeles) a favor de la legalidad de la compra que el barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza hizo en 1976 en una galería de Nueva York por 300.000 dólares (unos 251.000 euros al cambio actual). La obra pasó a manos del Estado español en 1993 dentro de la colección Thyssen y desde entonces se expone en el museo que alberga su colección en Madrid. Antes de acabar en estas paredes, la tela fue primero confiscada por la Gestapo. Posteriormente, se perdió su rastro y en 1958, aunque se desconocía su ubicación, el Estado alemán indemnizó a los Cassirer-Neubauer por la pérdida de la obra con una suma equivalente a su valor en el mercado en aquel momento.
Una batalla sin final
En 2001 un amigo de los herederos estadounidenses de los Cassirer que visitaba el museo en Madrid vio el óleo y se lo comunicó a la familia, que decidió presentar una demanda alegando que la fundación y sus anteriores propietarios conocían los antecedentes y la peripecia de la obra. Fue entonces cuando comenzó la pelea judicial que revivirá en enero.
Lo que dirimirá el Supremo de Estados Unidos es si la ley española que se había aplicado hasta ahora para determinar la propiedad de la pieza es la adecuada o no. “El recurso se basa en una diferencia de criterio entre los tribunales de los distintos circuitos federales en cuanto a la regla de determinación del derecho aplicable en los casos que implican a organismos o agencias de un soberano extranjero, en este caso, el Reino de España, de acuerdo con la Ley de Inmunidad de Soberanía Extranjera”, explican los abogados de la Fundación Thyssen. “Estamos convencidos de que se confirmará su legítima propiedad del cuadro”, adelantan sobre un posible veredicto.
Visita aquí Columna Digital y mantente informado con las noticias de la actualidad de la región.
La nota precedente contiene información del siguiente origen y de nuestra área de redacción.