El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) están enfrentando una crisis significativa debido a recortes drásticos en la ayuda internacional, especialmente de Estados Unidos. En un reciente comunicado interno, el PMA informó que su contribución esperada para 2025 se estima en únicamente 6,400 millones de dólares, lo que representa una reducción alarmante del 40% en comparación con el año anterior.
Stephen Omollo, director ejecutivo adjunto del PMA, comunicó a su personal la necesidad de adaptar la plantilla a esta nueva realidad, lo que implica una reducción de entre el 25% y el 30% de su fuerza laboral global, afectando potencialmente hasta 6,000 puestos de trabajo en los próximos años. Esta difícil decisión impactará de manera amplia, tocando todas las regiones y niveles del Programa, que actualmente cuenta con más de 23,000 empleados en 120 países.
El impacto de la política de recortes del presidente Donald Trump a nivel internacional se manifiesta de forma concreta. Desde su llegada al poder, Trump ha disminuido significativamente la ayuda exterior, un fenómeno que ya está siendo sentido en numerosas agencias y departamentos de la ONU.
En un contexto similar, el alto comisionado de ACNUR, Filippo Grandi, expresó en el Consejo de Seguridad de la ONU su preocupación por la posible reducción de la capacidad de la agencia de hasta un 30%. Hasta ahora, Estados Unidos ha representado aproximadamente el 40% del presupuesto de ACNUR, con una contribución de alrededor de 2,000 millones de dólares anuales. Sin embargo, este año, ACNUR ha recibido solo 350 millones y ahora negocia la entrega de otros 700 millones que están congelados.
Grandi subrayó las implicancias de estos recortes, advirtiendo que con menos financiación habrá menos oficinas, menos programas y menos operaciones. ACNUR también cuenta con más de 18,000 trabajadores en 136 países, la mayoría de los cuales están en el terreno, haciendo frente a las crisis de refugiados en contextos cada vez más difíciles.
Desde su llegada, Trump ha suprimido el 83% de los programas de USAID, una agencia que había gestionado un presupuesto anual de 42,800 millones de dólares, representando el 42% del total de la ayuda humanitaria global. La embajadora estadounidense en funciones, Dorothy Shea, afirmó que todos los Estados miembros deben asumir una mayor carga en la respuesta a los conflictos, reiterando que Estados Unidos ha soportado históricamente una carga desproporcionada.
Este panorama, marcado por una reducción drástica en la asistencia humanitaria, plantea serias preguntas sobre la capacidad de estas agencias para operar y atender las necesidades urgentes de los más vulnerables en un mundo que, lamentablemente, sigue enfrentando continuas crisis humanitarias.
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