En un fascinante avance científico, investigadores han logrado emplear el ADN como bloques de construcción programables para crear nuevos materiales innovadores, capaces de guiar la luz, dirigir vibraciones e incluso controlar electrones. Este descubrimiento se centra en las superredes moiré de ADN, estructuras creadas mediante un método de autoensamblaje molecular que integra instrucciones codificadas en las propias cadenas de ADN.
El estudio liderado por Na Liu y publicado en Nature Nanotechnology revela cómo estas estructuras permiten un control sin precedentes. Utilizando cadenas de ADN como “semillas”, los investigadores han alcanzado una precisión notable, logrando un control del ángulo de torsión entre capas con desviaciones de menos de 2°. Este avance da pie a la creación de estructuras bilaminares o trilaminares donde cada capa está compuesta por una red bidimensional de ADN meticulosamente alineada.
Uno de los aspectos destacados del estudio radica en la capacidad para construir superredes con constantes de subred extremadamente pequeñas, alcanzando escalas intermedias que, hasta ahora, son inalcanzables con técnicas tradicionales. Este control a nivel molecular no solo representa un avance en la ciencia de los materiales, sino que también permite la exploración de configuraciones y propiedades físicas emergentes, incluyendo respuestas ópticas y mecánicas inusuales.
Un proceso clave en este método es la nucleación dirigida, donde porciones específicas de las semillas de ADN actúan como puntos de captura para cadenas adicionales. Esto simplifica de gran manera el proceso de ensamblaje, eliminando la necesidad de manipulación mecánica y condiciones de laboratorio extremadamente controladas. Así, las redes se construyen en un entorno líquido, lo que hace el proceso más accesible y escalable.
Las superredes moiré no son un concepto reciente, pero la habilidad de fabricarlas a partir de instrucciones codificadas en las propias estructuras moleculares abre un abanico de posibilidades. Se han logrado combinaciones de subredes que generan nuevas propiedades físicas e incluso se ha diseñado una superred con un gradiente que controla la trayectoria de la luz y el sonido, lo que podría revolucionar el desarrollo de dispositivos fotónicos y materiales metamórficos.
Este enfoque no solo tiene aplicaciones inmediatas en el ámbito de la óptica y la acústica, sino que también se proyecta hacia la espintrónica, permitiendo el estudio de fenómenos cuánticos topológicos en condiciones programables. La técnica podría facilitar la creación de estructuras artificiales con propiedades prediseñadas, donde se parte de moléculas organizadas en vez de modificar sustancias ya existentes.
Este avance refleja un cambio esencial en la concepción de la materia estructurada, donde el diseño va desde el nivel molecular hacia arriba, sugiriendo que el futuro de la creación de materiales pueda ser mucho más dinámico y eficiente de lo que tradicionalmente se ha reconocido. Hasta el momento, los resultados demuestran la versatilidad del ADN como plataforma para innovaciones en múltiples campos, dando pie a un futuro en el que la construcción de nuevos materiales deje de ser una tarea ardua y técnica para convertirse en un proceso más orgánico y accesible.
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