Sancho de Paredes Golfín fue un hombre extremadamente meticuloso, con un celo por su oficio que le llevaba a apuntarlo todo, un funcionario cuya obra fue un ejercicio de transparencia en la corona española. Sancho sirvió como camarero de la reina Isabel I de Castilla desde 1498 hasta noviembre de 1504, cuando esta falleció. Su trabajo le permitía acceder a las dependencias de la monarca, de las que anotó lo que ella tenía para su vida privada, y la más íntima, en 10 libros de cuentas. “Ya hubo esa práctica en reyes anteriores en Castilla, pero lo interesante es que él lo dejó por escrito”, dice por teléfono Miguel Ángel Ladero Quesada, de la Academia de la Historia. “El camarero era el jefe de la casa y estaba al frente de decenas de personas que coordinaba”, añade.
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El hilo que tiró Sancho de Paredes hace más de 500 años no se rompió. Sus apuntes pasaron de generación en generación hasta que la aristócrata Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno decidió, poco antes de morir en 2012, que su inmenso patrimonio, incluido el archivo, pasara a una fundación con su nombre para que se diera a conocer. Ese hilo se ovilla ahora en el palacio de los Golfines de Abajo, en el casco histórico de Cáceres. Museo desde 2015, el palacio atesora también parte del patrimonio artístico de la fundación. Los muros de esta casa solariega los levantó en el siglo XV un noble, Alonso Golfín, el padre de Sancho, que había ayudado a los Reyes Católicos en su camino a la corona.
Estos cosméticos muestran a una reina preocupada por su aspecto e higiene, una estampa opuesta a la maledicencia que difundió que no era muy aficionada a lavarse. Ladero, catedrático de Historia Medieval, que hizo su tesis sobre la conquista de Granada, subraya que esa creencia de que Isabel la Católica hizo la promesa de no cambiarse de camisa hasta tomar el último bastión musulmán en España “es una leyenda urbana”. “Al contrario, siempre fue muy aseada. Primero por su dignidad política, ya que el rey era vicario de Dios y tenía que mostrarse limpio. También porque en aquel ambiente político el aseo era símbolo de limpieza moral”.
En el libro noveno también se incluye la relación de brocados, terciopelos, tableros de ajedrez, instrumentos musicales, pinturas, pieles (conejo, armiño y marta)… El segundo detalla las joyas de oro y plata (coronas, collares, cadenas, brazaletes, sortijas…). En el sexto, los tocados, manteles, toallas… Sombreros y zapatos en el séptimo. El eficiente Sancho redactó en otro volumen un índice de los contenidos de todos estos libros. Pensaba quizás en que alguien lo necesitase en el futuro. “Tenía el afán de pasar a la posteridad”, apunta Arroyo. ¿Por qué pudo conservar documentos tan personales de la reina? “Al morir Isabel, él entregó los libros a la Contaduría de Cuentas y se quedó con una copia o quizás era el original, no se sabe”, indica el historiador.
Los Golfines estuvieron al servicio de la monarquía entre los siglos XIV y XVI
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