Por Lya Gutiérrez Quintanilla
Pues sí, queridos amigos, la Barra Literaria Alí Chumacero nos acaba de visitar en Cuernavaca, trayéndonos, a través de su presidente, el pintor y escritor Carlos Martínez Plata el homenaje de tres plumas de amorosa raíz, título de su más famoso poema, escrito cuando aún no llegaba ni a los 20 años de edad.
Otorgados a tres intelectuales de esta ciudad: un destacado poeta, escritor y declamador, el maestro Uriel Carmona Sánchez; a la maestra María del Socorro Cortés Mayorga, por ser una gran promotora cultural y además escritora. E inmerecidamente a una periodista e historiadora por sus artículos que calificaron de prosa poética, distinción que agradecimos muchísimo.
“Antes que el viento fuera mar volcado,
y que estrellas y luna fincaran sobre el cielo la albura de sus cuerpos.
Antes que luz, que sombra y que montaña
miraran levantarse las almas de sus cúspides;
primero que algo fuera flotando bajo el aire;
tiempo antes que el principio.
Cuando aún no nacía la esperanza
ni vagaban los ángeles en su firme blancura;
cuando el agua no estaba ni en la ciencia de Dios;
antes, antes, muy antes.
Cuando aún no había flores en las sendas
porque las sendas no eran ni las flores estaban;
cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigas,
ya éramos tú y yo.
Calificada su poesía como abstracta por el también poeta y gran amigo suyo Hugo Gutiérrez Vega, realmente Alí Chumacero, que no terminó la preparatoria, pero ni falta que le hizo; su enorme talento lo situó como una de las mejores plumas del siglo pasado. Catalogan a su poesía dentro de las emociones de la añoranza, la soledad, el amor y el tiempo.
Oriundo de Acaponeta, Nayarit, donde nació en 1918, cuentan que Alí Chumacero tenía una sonrisa inmensa y contagiosa. Escritor divertido, dueño de una ironía acerada y burbujeante han incluso comparado sus letras a la calidad de las de Alfonso Reyes. Por su inmenso amor a la vida, el poeta pensaba vivir hasta los 150 años, aunque sólo alcanzó la maravillosa friolera de 92 años.
Como poeta, sus obras son los libros: Páramo de sueños, Imágenes desterradas y Palabras en reposo. Como editor, destaca la edición y revisión de la novela icónica Pedro Páramo de Juan Rulfo.
Como estudiante trató de inscribirse en la UNAM para ingresar a Filosofía y Letras, no fue aceptado por no contar con sus comprobantes de estudio, sin embargo, entró de oyente y por su gran inteligencia, sus dotes de poeta y encanto personal se relacionó con José Gaos, José Luis Martínez, Leopoldo Zea. A los pocos años, recibió una beca de El Colegio de México y en 1964 es admitido en la Academia Mexicana de la Lengua. Cabe destacar que fue miembro honorario del Seminario de Cultura Mexicana.
Este grande de las letras, que cuando joven durmió cerca del barrio de Tepito, con cuatro compañeros, en un espacio de cinco metros por tres que les rentaban en una vecindad donde le tocó incluso dormir en el suelo, se hizo a sí mismo. Su padre le mandaba mensualmente lo que podía para ayudarlo a pagar su precaria renta, pero esa pobreza que vivió le ayudó a crecer intelectualmente. Sus lecturas tempranas incluyeron a Enrique González Martínez, el de “Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje”, a los poetas del grupo de los Contemporáneos, a los españoles García Lorca y Rafael Alberti que son quienes más lo influyeron sin dejar fuera a José Gorostiza y Paul Valérey, entre otros grandes. Fueron sus amigos, entre muchos más, Felipe Garrido, Jaime Labastida y Vícente Quirarte. En 1918, a cien años de su nacimiento, el Instituto Nacional de Bellas Artes le organizó el homenaje que tituló con una de sus frases poéticas: “Miro nacer la tempestad. Cien años de Alí Chumacero”.
Y no me queda más que decir que el tema del amor fue el foco central de la obra de Chumacero, una de las grandes voces de la poesía hispanoamericana del siglo XX.
Y hasta el próximo lunes.
Gracias por leer Columna Digital, puedes seguirnos en Facebook, Twitter, Instagram o visitar nuestra página oficial.