El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dio positivo por COVID-19 el pasado domingo 24 de enero. Desde entonces, ha sido objeto de una atención constante de los medios nacionales e internacionales, así como de la población mexicana. El estado de salud del presidente ha sido motivo de preocupación, especialmente porque él mismo ha minimizado la gravedad de la pandemia en varias ocasiones.
Desde el anuncio de su positivo, el presidente ha estado en cuarentena y atendiendo sus responsabilidades desde su residencia. Sin embargo, los expertos han expresado su preocupación por la recurrencia de fiebre y la falta de oxígeno en su sangre que Lopez Obrador reportó el miércoles 27 de enero. Aunque el mandatario ha reportado sentirse bien, Sinar Droumx, experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de Guadalajara, ha señalado que el hecho de que se le este suministrando oxígeno es un indicio preocupante de que su cuerpo no está respondiendo adecuadamente a la enfermedad.
Otra preocupación es que el presidente ha estado en contacto con numerosas personas en las últimas semanas, entre ellas otros dirigentes políticos y empresarios, lo que aumenta el riesgo de que haya propagado el virus a otros. Debido a esto, varias personas han sido sometidas a pruebas y algunas han tenido que ponerse en cuarentena. Por su parte, la secretaría de salud del gobierno mexicano ha pedido a todas las personas que hayan estado cerca del presidente en las últimas semanas que se comuniquen y tomen las medidas necesarias.
Más allá de la salud del presidente, el contagio de COVID-19 de Lopez Obrador ha revivido el debate sobre la gestión gubernamental de la pandemia. Muchos críticos han señalado la falta de medidas de precaución en los eventos públicos a los que ha asistido el presidente en las últimas semanas, como el reciente viaje que realizó a San Luis Potosí. Esto, junto con la respuesta gubernamental a la pandemia en general, ha reiterado la importancia de la responsabilidad individual en la lucha contra el COVID-19.
En resumen, el estado de salud del presidente López Obrador ha sido motivo de preocupación en México y en todo el mundo. Aunque ha reportado sentirse bien, la recurrencia de fiebre y la falta de oxígeno en su sangre son indicativos de una posible complicación de la enfermedad. Además, la cantidad de personas que el presidente ha visto en las últimas semanas ha aumentado el riesgo de contagio en otros. Todo esto ha llevado a una discusión más amplia sobre la gestión gubernamental de la pandemia y la responsabilidad individual en la prevención del COVID-19 en México.
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