Este sábado, Andrés Manuel López Obrador presidirá un evento para conmemorar el natalicio de un caraqueño histórico que suele asociarse, políticamente, con Hugo Chávez: Simón Bolívar. Pero lo hace no realmente para apoyar el proyecto bolivariano en Venezuela, sino para izar una bandera de compromiso con una Sudamérica que ha visto a México más aliado a Estados Unidos que al sur de la frontera. “¿Por qué en el bicentenario de México se celebra a alguien que no es mexicano?” dijo el canciller Marcelo Ebrard en un corto discurso días antes. “Por la muy importante aportación de una idea esencial que nos convoca: la conciencia de que somos una nación latinoamericana y caribeña”.
Más información
El evento es algo extraño por varias razones. La primera, porque López Obrador no ha citado a Bolívar más de un par de veces en su vida política, a diferencia de las figuras a las que les hace culto en decenas de discursos como Benito Juárez o Francisco Madero. La segunda, porque no hay este año una fecha redonda para conmemorar el natalicio de Bolívar: nació hace 238 años, en 1783. Y tercero, porque Simón Bolívar –si bien luchó por la independencia de la Nueva Granada al mismo tiempo que se libraba la independencia de la Nueva España– poco tuvo que ver con el proceso independentista de México. Pero al unirse al culto de Bolívar, el presidente de México abre un nuevo capítulo en las formas políticas en las que se ha utilizado la figura del libertador.
El Bolívar de México
“De América del Sur llegaban noticias, pero ese proceso de independencia nunca tuvo demasiado peso en la independencia mexicana”, dice Alfredo Ávila, profesor de historia de la Universidad Autónoma de México (UNAM) y experto en el proceso independentista. “Si buscas cuál es la mayor influencia para la guerra de independencia de México pues fue la guerra de independencia de España, la guerra contra Francia cuando Napoleón la invadió”. También tuvo gran influencia, cuenta Ávila, la guerra de independencia de Estados Unidos en 1776. Pero la influencia de Sudamérica, en cambio, fue muy sutil.
Ávila explica que Bolívar no tuvo mayor contacto con los grandes héroes de la independencia mexicana como Miguel Hidalgo o José María Morelos. Después de que ambos fueran asesinados y el autoritario Agustín de Iturbide lograse llegar al poder en 1821, los contactos entre el líder venezolano y el mexicano se mantuvieron escasos. “Eran proyectos políticos muy distintos”, dice Ávila. “El Bolívar de 1821 era muy republicano y no le gustaba el proyecto imperial de Iturbide”. El México de entonces llegaba casi hasta lo que es hoy Costa Rica, y el territorio de Bolívar hasta Panamá. Como vecinos, más que aliados, Bolívar temía que el proyecto imperialista de Iturbide amenazara su territorio.
Agustin de Iturbide
El gran culto a Bolívar
Con el evento del sábado, López Obrador está a punto de subirse a un tren en el que han pasado ya muchos políticos y escritores que leen a Bolívar en la forma que mejor encaje en su proyecto. Hugo Chávez, por ejemplo, exaltó especialmente la versión del líder como un caudillista y un militar revolucionario. Karl Marx lo describió en 1858 como un déspota más parecido a Napoleón. Dos caras muy distintas del mismo hombre desde la izquierda. Pero el culto a la figura de Bolívar, que precede a Chávez y a Marx, es sobre todo una producción cultural venezolana que se viene regando con éxito por América Latina desde el siglo XIX.
“El bolivarianismo es casi que endémico de la historia política venezolana”, dice Sócrates Ramírez, investigador de los usos políticos de Bolívar en la historia de Venezuela y estudiante de doctorado de Historia en la UNAM. Después de la muerte de Bolívar, el general José Antonio Paéz –que se opuso al libertador cuando éste estaba vivo– repatrió sus restos a Caracas y fue el primero en convertirlo en símbolo de unidad para subsanar un momento de crisis política. Se construyó luego un panteón y un número de instituciones para glorificar al libertador. Años después, el Gobierno autoritario de Juan Vicente Gómez de principios del siglo XX transformaría la versión de Bolívar en algo más a la derecha, como un Bolívar ultraconservador y “una fuente de inspiración para conservar determinados órdenes políticos”, cuenta Ramírez.