San Francisco era una ciudad de perdedores a la que le estaba costando absorber el flujo entrante de aspirantes a triunfadores. Anna Wiener (Nueva York, 33 años) trabajaba en la industria editorial neoyorquina y se adhería fielmente a los principios fundamentales del culturetismo de la Gran Manzana: salarios estancados, sueños no cumplidos y una intensa vida social conducente más al diván de Freud que a la gloria literaria. Así era ella, y así eran los habitantes de su mundo, hasta que, en 2013, decidió sumarse a esa caravana de presuntos triunfadores y se instaló en el San Francisco de la pasada década, al calor de una oferta laboral de una start-up de libros.
Con honestidad descarnada sobre ella misma, una aguda percepción sobre la condición humana y un humor cáustico entre generación X y milenial, Wiener —en la actualidad, periodista de tecnología en The New Yorker— captura el preciso momento en el que la edad de la inocencia de la tecnoutopía californiana llegó a su fin. En 2013, las filtraciones de Edward Snowden sacaron a la luz un complejo público-privado de espionaje a una escala global sin precedentes. Y crecía la preocupación por la pérdida de privacidad e identidad que podía acarrear el abrazo ciego de las redes sociales: “No tardé mucho en entender la obsesión por el big data. Los conjuntos de datos resultaban hipnóticos: eran torrentes digitales de conducta humana, respuestas a unas preguntas que yo no era consciente de tener”.
El salto salarial de Wiener, que con 25 años pasó de cobrar 30.000 dólares anuales (24.500 euros) en la editorial a triplicar su sueldo en Silicon Valley, exigía como contrapartida una homérica travesía desde el mundo laboral e industrial del siglo XX a la exuberante y a menudo irracional cultura del ecosistema tecnológico californiano. La autora de Valle inquietante, publicada en español por Libros del Asteroide con traducción de Javier Calvo, nos narra esta odisea profesional y personal en un maravilloso relato en el que se alternan la voz dolorida de Joan Didion y ecos escatológicos del Ignatius J. Reilly de La conjura de los necios.
La primitiva fascinación por Silicon Valley se ha convertido en sospecha por su falta de regulación
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