Un año bisiesto es aquel que tiene un día más en su calendario, es decir, cuenta con 366 días en lugar de los 365 habituales. Este fenómeno ocurre cada cuatro años, con la adición de un día extra el 29 de febrero. La razón detrás de la existencia de los años bisiestos se encuentra en la duración real de un año, la cual no es exactamente de 365 días.
El calendario gregoriano, que es el que utilizamos actualmente, se implementó en 1582 bajo el mandato del Papa Gregorio XIII. Este calendario incluyó la regla de los años bisiestos para corregir el desfase entre el año solar (el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol) y el año calendario (el tiempo que dura un año comúnmente aceptado).
El objetivo de los años bisiestos es ajustar el calendario para que la duración de cada año se acerque lo más posible a la duración real de un año solar, que es de aproximadamente 365.2425 días. De esta manera, se evita que exista un desfase significativo entre el tiempo astronómico y nuestro sistema de tiempo convencional.
En resumen, los años bisiestos son una forma de mantener nuestra medida del tiempo alineada con los ciclos de la naturaleza. Aunque puedan parecer un fenómeno curioso, tienen una base científica sólida que nos permite seguir organizando nuestra vida diaria de manera eficiente.
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