La noche argentina empezó con un estallido bajo tierra. Había empatado Croacia ante Brasil y el metro de Doha, a tope de aficionados albicelestes, explotó. Y terminó cuatro horas más tarde con otro grito, este ahogado, de liberación. Con Dibu Martínez, que había detenido dos penaltis, desplomado en una esquina, con los brazos abiertos, solo, victorioso y a la vez devorado por la angustia. Todos se fueron a abrazar a Lautaro Martínez, el autor del quinto lanzamiento, menos Messi, que buscó al meta. Como en su arenga previa a la final de la Copa América de 2021, la que le ganaron a Brasil. “No hay duda, tenemos ventaja con él“, agradeció La Pulga, que cargó con enorme dureza contra el colegiado, el español Mateu Lahoz, después de un desenlace bronco, con ajustes de cuentas con el pasado.
“[Cuando llegó] el empate sentí mucha bronca, no era para que termine así. No quiero hablar del árbitro, porque enseguida te sancionan, pero creo que la gente vio lo que fue. La FIFA tiene que revisar eso, no puede poner un árbitro así para un partido de esta trascendencia, que no está a la altura. Sufrimos demasiado injustamente. Nos merecíamos pasar. Quizá no hicimos un gran partido, después el árbitro lo mandó a la prórroga. Siempre nos jugaba en contra. En la última jugada [la del empate] no era falta”, soltó el 10 nada más terminar el partido, crudo como pocas veces contra el juez. “Nos perjudicó”, amplió una hora después en sala de prensa.
Una censura a la que se sumó el héroe final albiceleste, Dibu Martínez. “El árbitro ha alargado 10 minutos, quería que nos empatasen. Es el peor de lejos”, añadió el meta. Scaloni, mientras, salió como un rayo hacia el árbitro español en cuanto pitó el final de los 90 minutos para exigirle explicaciones, aunque en sala de prensa evitó entrar en el tema. “Por suerte, terminó bien y lo dejamos ahí”, zanjó.
Hubo varias trifulcas entre los jugadores en el desenlace y la tensión disparó el discurso. Hubo para todos. También para Louis Van Gaal. “Vende que juega bien al fútbol y nos metían pelotazos”, denunció Messi, al que se le vio también encararse con el seleccionador holandés después de anotar de penalti el 0-2. De camino a su campo, se plantó ante el banquillo Oranje y se llevó las manos a las orejas mirando a Van Gaal, en un gesto desafiante muy poco habitual que imitaba la manera de celebrar los goles de otro ilustre argentino y ex del Barcelona, Juan Román Riquelme, con quien el preparador holandés no mantuvo una buena relación en su época en el banquillo culé. Después, debió mediar incluso el exjugador neerlandés Edgar Davids para poner paz. En la previa, el entrenador europeo había dicho que en las semifinales de 2014 (Argentina también ganó en los penaltis), Messi no había tocado un balón. Un caso que se suma al de Di María con Van Gaal, ya que El Fideo aseguró en su momento que el técnico había sido el peor de su carrera.
Messi aquí peleó por él, por Di María, por Riquelme y por toda la Argentina. Este extraterrestre se la merece. Que lindo sería un Argentina Portugal al final. pic.twitter.com/6EHkJiVSH4
— Joaquín Saavedra (@joacosaavedraq) December 9, 2022
El entrenador, que no hizo referencia a estos episodios ante los periodistas, se marchó de Lusail con una estadística personal única: nunca ha perdido en los 12 encuentros que ha dirigido en un Mundial (ocho victorias y cuatro empates), pero nunca ha levantado el trofeo. Ni siquiera ha alcanzado la final. Sus dos únicas derrotas fueron en los penaltis y contra Argentina. En 2014 y este viernes. “El seleccionador [en referencia a él] había aprendido del pasado y les pidió a los jugadores que entrenaran los penaltis. Creíamos que podíamos ganar si llegábamos a esta suerte. No tengo reproche para ellos”, valoró Van Gaal, que se despide de un cargo que ha ocupado en tres periodos diferentes de su carrera. “He estado en 20 partidos y no he perdido ninguno. He disfrutado mucho en esta época”, se felicitó.
La noche, que empezó en paz y con grandes tramos de silencio en el estadio, terminó con broncas y en un ay continuo después de que Wout Werghorst, en el minuto 101 (Mateu Lahoz había alargado 10), repitiera el tanto de billar que se apuntó hace dos años con el Wolfsburgo ante el Bielefeld. Un gol que dejó pasmada a Argentina y que, como admitió Van Gaal, habían ensayado.
“Cuando vas a patear [los penaltis], eso es una caja de fósforo”, admitió Scaloni en la previa. Y no se quemó esta vez. Por momentos, se temió que fuera el último día mundialista de Messi. No todavía. Hasta una prórroga desbocada, Argentina se ajustó a su plan habitual: 10 jugadores para evitar que ocurran cosas el mayor tiempo posible y uno (Messi) para que lo haga todo en ataque. De los nueve goles que suma en el torneo, seis los ha producido su estrella: cuatro tantos (Arabia Saudí, México, Australia y Países Bajos; el primero y el último de penalti) y dos asistencias (México y Países Bajos). El de este viernes le elevó a la cúspide de máximo anotador (10) en los Mundiales con su selección, junto a Gabriel Batistuta. Eso sí, el exjugador de la Fiorentina necesitó 12 partidos, mientras que el del PSG requirió 24.
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