En el ámbito urbano de muchas ciudades, especialmente en aquellas con un alto flujo vehicular, la figura de los franeleros, conocidos también como “guardias de estacionamiento”, continúa generando controversias. Estos individuos, que se dedican a controlar y gestionar el aparcamiento en la vía pública, operan en un entorno que a menudo se caracteriza por la ambigüedad legal y la falta de regulación. En algunos casos, su existencia se asocia con la anarquía urbana, mientras que en otros, son percibidos como una solución -aunque informal- ante la escasez de espacios para estacionar.
Investigaciones recientes han revelado que muchos franeleros operan en áreas que están supuestamente bajo el control de instituciones de seguridad pública. Esto genera interrogantes sobre la eficacia de la vigilancia y la regulación de las calles por parte de las autoridades. Es común ver a franeleros ofreciendo sus servicios en zonas comerciales, oficinas y lugares de gran afluencia, donde la demanda de espacio para estacionar supera significativamente la oferta. Sin embargo, a menudo no cuentan con permisos ni una organización que respalde su actividad.
El modelo de trabajo de los franeleros suele variar. Algunos piden propinas a los conductores por el uso de los espacios, mientras que otros pueden llegar a amenazar con represalias si no se les reconoce una compensación por la “custodia” del vehículo. Esta situación no solo plantea dilemas éticos, sino que también refleja un fenómeno más amplio relacionado con la economía informal en las grandes urbes. A menudo, la falta de oportunidades laborales formales impulsa a muchas personas a buscar alternativas de ingresos en espacios donde la formalidad escasea.
Las autoridades locales han implementado estrategias para gestionar este fenómeno. En algunos lugares se han promovido campañas para erradicar la operatividad de franeleros en ciertas zonas, y, en su lugar, fomentar la creación de estacionamientos formales que provean seguridad y regulación adecuadas. Sin embargo, estas iniciativas se enfrentan a la resistencia de quienes ven en el franelero una figura casi indispensable ante la falta de opciones.
Además, el fenómeno de los franeleros pone en evidencia la complejidad de la vida urbana moderna, donde la movilidad en las grandes ciudades no solo depende de la infraestructura vial, sino también de la regulación social y económica que se les aplica a situaciones que, aunque irregulares, parecen convertirse en parte del paisaje cotidiano. Históricamente, este tipo de dinámicas resuenan con las luchas más amplias que enfrentan las ciudades en términos de planificación urbana, comercio y seguridad pública.
La atención mediática sobre el tema ha crecido en los últimos años, lo que podría considerarse un reflejo del interés público en la regulación de la economía informal y el impacto que esta tiene en la sociedad. Es esencial seguir explorando las múltiples capas que rodean a la figura del franelero, un símbolo de las tensiones entre formalidad e informalidad, seguridad y riesgo, que aún persisten en las calles de nuestras ciudades. En un mundo donde la movilidad y el acceso a servicios se están redefiniendo constantemente, la conversación sobre estas dinámicas se vuelve cada vez más relevante.
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