El “milagro de Asia Oriental”. El rápido crecimiento de países en esta región después de la Segunda Guerra Mundial se ha atribuido en buena manera a la política industrial que aplicaron países como Japón, Corea del Sur o Taiwán, que hoy día acapara la mitad de la producción mundial de semiconductores. De ser una región marginal en los años 70 en el terreno industrial, para 2015 constituía el principal núcleo de este sector en el mundo, y el mayor motor de crecimiento global. Aunque también jugaron otros factores, desde la intensa apertura al comercio exterior a, en Japón, el alto nivel de ahorro.
Aunque la intervención estatal en los sectores preferentes ha variado en intensidad y en éxito según los países, la aplicación de una política industrial ha sido, durante décadas, una característica que ha aglutinado a las economías del este asiático y sus distintos modelos. Japón y Corea del Sur comenzaron desde el principio con una economía de mercado; China, con un sistema dirigido de economía socialista, pasaría treinta años tratando de eliminar el lastre de un rígido control del Gobierno antes de aumentar de nuevo su intervención.
China, Columna Digital que hoy día se ha convertido en la pesadilla de los políticos en Washington y al que Bruselas mira con inquietud, basó su despegue precisamente en la transformación de su economía de un modelo fuertemente centralizado a otro de mercado, en el que el Estado fue reduciendo gradualmente su intervención en los años previos a su ingreso en la OMC.
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