Las llamas continúan ardiendo en el principal puerto de Irán, mientras el país enfrenta un trágico momento tras una devastadora explosión registrada en la jornada del sábado. El balance actual de víctimas asciende a 25 muertos y cerca de 800 heridos, con detalles sobre las causas de este catastrófico evento aún en investigación.
La explosión tuvo lugar en el puerto de Shahid Rajaee, una importante terminal contenedora situada en el sur del país, cerca del estrecho de Ormuz, por donde transita el 85% de las mercancías iraníes y una quinta parte de la producción mundial de petróleo. A pesar de que el incendio ha sido controlado, las secuelas de la detonación son alarmantes; la fuerza de la explosión se sintió a más de 50 kilómetros de distancia.
Imágenes del incidente muestran densas columnas de humo negro elevándose sobre el área, donde varios contenedores se vieron afectados. Las autoridades indicaron que la explosión podría haber sido provocada por un incendio en un depósito de materiales químicos, y un responsable vinculado a la Guardia Revolucionaria ha sugerido que el perclorato de sodio, utilizado en combustible sólido para misiles, podría ser el causante.
El presidente iraní, Masud Pezeshkian, ha expresado su solidaridad con las víctimas y ha ordenado una investigación exhaustiva para determinar la causa del desastre. Mientras tanto, se reporta que tres ciudadanos chinos resultaron heridos, aunque de forma leve.
La magnitud de la explosión ha llevado a las autoridades a declarar tres días de luto en la provincia de Hormozgán, solicitando a los ciudadanos que eviten salir al exterior y utilicen mascarillas protectoras. A pesar de la tragedia, los trabajos de carga en el puerto han comenzado a reanudarse, aunque la situación general sigue siendo tensa.
Este incidente ocurre en un momento crítico, coincidiendo con conversaciones nucleares en curso entre Irán y Estados Unidos, mientras crece la preocupación por la influencia regional de Irán y su relación con Israel. A medida que se espera más información, la comunidad internacional permanece atenta a los desarrollos de esta creciente crisis humanitaria.
Los acontecimientos en el puerto de Shahid Rajaee nos recuerdan la fragilidad de la seguridad en las infraestructuras críticas, especialmente en regiones geopolíticamente sensibles. El impacto de este desastre está por verse, tanto a nivel local, al afectar los medios de vida de muchos, como en el panorama internacional, donde las repercusiones podrían extenderse más allá de las fronteras de Irán.
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