Se abre el Zoom y aparece una mujer de 33 años con una pared blanca a la espalda. Lleva el pelo suelto, ni una gota de maquillaje y, hasta donde deja ver la cámara del ordenador, una sudadera gris y ancha. Se corta la conexión de Zoom. ¿Quién es? La respuesta corta es Bianca Brandolini. La larga, muy larga: imagen de la colección Beach Club de Giambattista Valli, embajadora de marcas como Estée Lauder y Cartier; presencia inopinada en las primeras filas de los desfiles (prepandemia) y sus posteriores fiestas; instagramer con más de medio millón de seguidores: miembro honorario de la hermandad de amigas y socialities conformada por Carlota Casiraghi, Margherita Missoni, Eugenie Niarchos y Tatiana Santodomingo; hija de la princesa franco-brasileña Georgina Maria Natividad de Faucigny-Lucinge et Coligny y del conde italiano Tiberto Ruy Brandolini di Adda; sobrinanieta de Marella Agnelli, esposa de Gianni Agnelli —presidente de Fiat— y cisne de Truman Capote.
Cuando la videollamada se reanuda, urge aclarar a qué se dedica o cómo se define Bianca Brandolini: “No sé si tengo un rol en la industria de la moda. He crecido en ese mundo y me gusta la ropa. A la gente le interesa ver cómo me visto. Y algunos diseñadores, como Giambattista Valli, conversan conmigo y mis amigas sobre cómo nos sentimos al llevar su ropa, escuchan nuestras necesidades y diseñan alrededor de esas ideas. Trabajamos mano a mano porque ven a través de nosotras la materialización de sus creaciones”. Ni modelo, ni itgirl, ni influencer. Ni todo lo contrario. Su papel se asemeja más al de una musa—como lo fue Marella Agnelli de Capote—, pero con banda ancha y contador de likes.
Más información
Su madre, la brasileña Georgina Faucigny-Lucinge, ya lo fue de Valentino. Trabajó durante dos décadas como ayudante personal y responsable de relaciones externas del diseñador italiano. Brandolini y su hermana Coco —consultora de moda para Nina Ricci, Oscar de la Renta y Bottega Veneta— se criaron entre el atelier y los pases privados para clientas. “Echo de menos sus creaciones. Me encanta ver sus archivos. Para mí, es el número uno y quien más me recuerda a él hoy en día es Giambattista Valli”. A este último le une una amistad larga y profunda. “Es un diseñador muy femenino y fiel a sí mismo. Sabe lo que le gusta y no se deja arrastrar por las tendencias. Siempre pone a la mujer y sus deseos en el centro de su trabajo”. Y ahora esa mujer es ella, la imagen de la primera colección de baño del creador romano, famoso por sus ampulosos y románticos vestidos de tul. Abanderada por Brandolini, esta línea resulta estratégica en el desarrollo y diversificación de la firma fundada en 2004 y que desde hace cuatro años cuenta como socio inversor con Artemis, el fondo participado por la familia de François Pinault, presidente, a su vez, de Kering, uno de los conglomerados de empresas del lujo más grandes del mundo y propietario, entre otras, de Gucci, Balenciaga y Saint Laurent.
Lejos de contratos de inversión, cuentas de resultados y planes de medios, Brandolini posa relajada y espectacular en la campaña de Valli: mar de fondo y melena al viento. Las fotos pueden disfrutarse también en la cuenta de Instagram de la italiana, donde no desentonan entre instantáneas de atardeceres en la playa, escapadas en yate o selfies de la modelo disfrazada de Spice deportista.