Boris Johnson ha logrado sobrevivir a la moción de censura interna que le plantearon sus propios diputados, indignados por el escándalo de las fiestas prohibidas en Downing Street durante la pandemia.
De un total de 359, 211 parlamentarios respaldaron la continuidad de Johnson, y 148 votaron a favor de su destitución. Un 41,3%. Una cifra demoledora. Muy superior a las que acabaron provocando en su día la dimisión de Margaret Thatcher o de Theresa May, cuando las entonces primeras ministras sufrieron sus propias rebeliones internas.
Sin embargo, Johnson pertenece a su propio género, y enseguida ha dado la vuelta al resultado para presentarlo como una victoria liberadora. “Es un momento decisivo y concluyente. Es un resultado extremadamente positivo. Nos permite dejar atrás toda esta situación, y centrarnos en las cosas importantes, y en unir al partido”, decía Johnson a la BBC, minutos después de conocerse el resultado de la votación.
La sensación general entre los tories, sin embargo, sugiere que solo es el principio del final. Por mucho que el primer ministro quiera presentarlo como un momento concluyente, casi como un mandato renovado que le permite pasar página y centrarse en otros asuntos.
“La historia nos demuestra que este es el principio del fin. Si uno mira lo ocurrido en anteriores mociones de censura internas del Partido Conservador, incluso cuando el primer ministro sobrevive, el daño ya está hecho”, aseguró el líder laborista, Keir Starmer. “Los diputados conservadores han escogido ignorar a los ciudadanos británicos y amarrarse firmemente, ellos y su partido, a Johnson, y a lo que Johnson representa”, denunciaba Starmer.
Según las reglas, una vez votada la moción de censura interna, no puede volver a presentarse una nueva en el plazo de un año. Johnson dispone de 12 meses de aparente seguridad. Sea cual sea el resultado de las próximas elecciones parciales del 23 de junio, o sean cuales sean las conclusiones del comité. Este organismo parlamentario, similar a la Comisión española del Estatuto del Diputado, analiza el comportamiento ético de los parlamentarios. En el caso de Johnson, debe determinar si el primer ministro incurrió en desacato y mintió a la Cámara de los Comunes al negar su conocimiento de las fiestas en Downing Street.
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