El empujón que ansiaba Bruselas para un impuesto mínimo de Sociedades ha llegado de nuevo desde el otro lado del Atlántico. París y Berlín creen que la propuesta lanzada en las últimas horas por Washington de fijar un impuesto mínimo de Sociedades de “al menos el 15%” a escala global abre las puertas a un acuerdo en la reunión de ministros de finanzas del G-20 el próximo mes de julio. “Esta es la mejor oportunidad y el mejor momento para una reforma de la fiscalidad mundial”, afirmó el vicecanciller alemán, Olaf Scholz. Bruselas confía que ese pacto catapulte por fin el proyecto de un impuesto de Sociedades armonizado en la UE.
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La Administración de Biden sigue con paso firme en su intención de alcanzar un acuerdo para fijar un impuesto mínimo que grave la actividad de las grandes corporaciones. El pacto es vital para Washington, que quiere asegurarse de que hay igualdad de condiciones en el tablero empresarial mundial para poder subir el impuesto de Sociedades a sus empresas del 21% al 28%. En la última ronda de negociaciones, Estados Unidos ha ofrecido un gravamen mínimo inferior, de “al menos el 15%” para vencer las reticencias de las jurisdicciones con una baja fiscalidad.
La propuesta norteamericana generó un inusitado optimismo entre varios ministros de Finanzas de la UE, que este viernes celebraron una reunión informal en Lisboa. Alemania, que coordina esos trabajos en el marco de la OCDE, se mostró especialmente optimista y apuntó que “parece muy probable” que se llegue a un acuerdo en la reunión de Venecia del G-20 de julio. “La propuesta de empezar a debatir a partir de un 15% es un gran avance. Estoy muy contento de que ahora tengamos la oportunidad de alcanzar este verano un acuerdo en el que llevamos trabajando desde hace tiempo”, sostuvo el alemán.
Su homólogo francés, Bruno Le Maire, consideró que la pretensión norteamericana, en caso de fructificar, sería un buen acuerdo. Sin embargo, insistió en que la “cuestión clave” es llegar a un compromiso “lo antes posible” en los dos pilares en los que trabaja la OCDE, que supondrían una auténtica revolución en la fiscalidad internacional. El primero de esos bloques busca que las corporaciones tributen allí donde hacen negocios y no donde está la sede, mientras que el segundo trata de establecer un tipo mínimo impositivo para las grandes corporaciones. “Llevamos trabajando más de cuatro años. Francia no ahorrará en esfuerzos para allanar el camino a un acuerdo”, agregó Le Maire.
Bruselas ve en ese pacto una ventana que le abre la posibilidad de que armonice el impuesto de Sociedades en la UE tras dos décadas de intentos fallidos. La Comisión Europea lanzó esta semana una propuesta para relanzar ese proyecto aprovechando los nuevos aires que soplan en Washington aplicando casi de inmediato los acuerdos que se alcancen mediante dos directivas. La vicepresidenta segunda de España, Nadia Calviño, respaldó esa iniciativa por la “necesidad de avanzar hacia una armonización fiscal en Europa para tener un sistema más justo y sostenible”. “El cambio en la Administración estadounidense es una buena noticia para que podamos avanzar, y seguiremos trabajando para que haya un acuerdo en la OCDE lo antes posible”, añadió Calviño.
También Bruselas piensa emplearse a fondo en las próximas semanas para arrancar un pacto entre los ministros del G-20 que luego pueda extenderse luego al conjunto de los 140 países que están negociando las bases de ese nuevo sistema fiscal en el marco de la OCDE. El comisario de Economía, Paolo Gentiloni, quiso ser prudente y recordó que todavía no nay nada amarrado. Aun así, valoró que la propuesta de Estados Unidos “allane el camino” para alcanzarlo. “Estamos muy cerca”, admitió.
Luxemburgo y Los Países Bajos
Según los cálculos de la institución, si se materializan esos planes, un volumen de impuestos de 100.000 millones de dólares (82.000 millones de euros) podrían movilizarse de unas jurisdicciones a otras, lo cual indica el tremendo golpe que supondría para los paraísos fiscales y los Estados de baja tributación. En la UE, Irlanda, Luxemburgo y los países nórdicos han sido los más reticentes a un gravamen mínimo. El tipo impositivo de Dublín, del 12,5%, sigue siendo visto con recelos por muchos de sus socios, que creen que está diezmando la recaudación de sus fiscos. Prueba de ello es que el Fondo Monetario Internacional estima que esa revolución que persigue Biden puede reducir incluso hasta la mitad los ingresos fiscales irlandeses por ese tributo.
Sin embargo, Berlín no quiere dejar pasar este momento para poder aumentar su recaudación fiscal ante las necesidades que impone la pandemia. “Si esto sigue como como hasta ahora, en el futuro no seremos capaces de financiar bienes comunes, como eduación, universidades o investigación”, zanjó Scholz.
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