Esta vez es diferente. Esta es la advertencia que muchos expertos y analistas vienen dando desde hace años, señalando los graves riesgos que enfrenta el planeta y la humanidad en su conjunto. Un reciente artículo del periódico “El Mundo” pone el dedo en la llaga, alertando sobre las consecuencias que podría tener el cambio climático en nuestra forma de vida y en el futuro de las próximas generaciones. Y es que los datos no son nada alentadores: se estima que la temperatura global aumentará entre 2,6 y 4,8 grados centígrados para finales de siglo si no se toman medidas urgentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Las consecuencias de este aumento de la temperatura serían catastróficas para la biodiversidad, la productividad agrícola y la seguridad alimentaria, además de poner en riesgo la vida de millones de personas. Según el informe especial del IPCC sobre los efectos del calentamiento global de 1,5 grados, publicado en octubre de 2018, el cambio climático ya está afectando a la salud, la economía y el medio ambiente en todas las regiones del mundo. Se espera que los desastres naturales, como las sequías, las inundaciones y los incendios forestales, se intensifiquen y aumenten en frecuencia y magnitud.
Por otro lado, la crisis climática también tiene un impacto directo en nuestra economía y en el sistema financiero global. El informe del Banco de Inglaterra sobre “Los riesgos de cambio climático para la estabilidad financiera global”, publicado en 2019, advierte sobre el riesgo de colapso de los mercados y las empresas que no se adapten a la transición hacia una economía baja en carbono. La pérdida de capital, la desinversión y la restricción del crédito son solo algunas de las consecuencias que podrían derivarse de la falta de acción.
En definitiva, es necesario tomar medidas urgentes para hacer frente a la crisis climática. Los expertos coinciden en que la clave para limitar el calentamiento global a un máximo de 1,5 grados centígrados es la reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero se trata de un esfuerzo colectivo que requiere la colaboración de todos los países y sectores de la sociedad. Como ciudadanos, podemos contribuir con pequeños gestos en nuestra vida diaria, como reducir el consumo de energía y agua, usar medios de transporte más sostenibles o consumir productos locales y de temporada. Sin embargo, también es necesario que los gobiernos y las empresas asuman su responsabilidad y tomen medidas audaces para alcanzar la neutralidad de carbono en la segunda mitad de este siglo.
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