Recientemente, el mundo de la gastronomía mexicana se ha visto sacudido por una polémica que ha captado la atención tanto de panaderos locales como de consumidores. La controversia comenzó cuando Richard Hart, un panadero británico y fundador de la panadería Green Rhino en la colonia Roma de Ciudad de México, afirmó durante una entrevista en el pódcast danés Pop Foodie Radio que “en México no existe una cultura del pan”, calificando incluso al pan del país como “de mala calidad”. Estas declaraciones, realizadas en abril de 2024, suscitaron una inmediata reacción en defensa de la riquísima tradición panadera mexicana.
La crítica de Hart fue interpretada como un desdén hacia una práctica profundamente arraigada en la vida cotidiana de México. Los comentarios provocaron una oleada de reacciones en redes sociales, donde panaderos y amantes del pan defendieron la tradición y calidad del pan nacional, en especial del bolillo. Este elemento básico de los mercados y torterías no solo es un acompañante versátil para una variedad de platillos, sino que también representa un símbolo de identidad para los mexicanos. Ante esta situación, Hart se disculpó públicamente, reconociendo que sus palabras pudieron haber sido desafortunadas y comprometió a aprender y escuchar más sobre la cultura que, según declaró, lo ha acogido.
En medio de este debate, una propuesta ha cobrado fuerza: declarar al bolillo como Patrimonio Gastronómico Vivo de la Ciudad de México. El Dr. Alberto Peralta de Legarreta, investigador del Centro de Investigación y Competitividad Turística de la Universidad Anáhuac México, ha trabajado en esta iniciativa, que busca resaltar la importancia histórica y social del bolillo. Este pan crujiente, caracterizado por su forma romboidal y su suavidad interior, no es solo un alimento cotidiano, sino que ha sido parte integral de celebraciones familiares y encuentros informales a lo largo de las generaciones.
La intención de reconocer al bolillo trasciende el mero nombramiento. Se busca proteger la tradición de los panaderos locales y valorar la profunda conexión que tiene con la gente de la capital. La propuesta se basa en una investigación sólida que incluye la creación de un manual de elaboración, la recopilación de recetarios históricos y testimoniantes que evidencian el arraigo del bolillo en la vida diaria.
Lejos de ser simplemente un alimento, el bolillo se erige como un emblema de la cultura panadera en México, que sigue viva y en constante evolución. Así, mientras algunos cuestionan la riqueza del pan mexicano, movimientos como este reafirmarán su valor, asegurando que esta tradición fundamental en la gastronomía local sea reconocida y apreciada por las futuras generaciones.
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