Diez millones de colombianos encendieron esta mañana la radio y el ordenador y se encontraron debatiendo a tres hombres que quieren ser presidentes. Cada uno a su manera, claro. Gustavo Petro, el favorito, usó ese tono solemne de quienes se ven a las puertas de ser el jefe-jefe. Por la derecha trató de ridiculizarlo Federico Gutiérrez, Fico. Le punteó todas las intervenciones y levantó el dedo varias veces para tratar de parar el discurso de un político granítico, a prueba de bombas. Sergio Fajardo, el moderado, el centrado, el hombre tranquilo, también le soltó algún mandoble. Y eso que todavía no eran ni las siete y media de la mañana.
En un país que se levanta antes de que amanezca y lo primero que hace es encender el transistor, no resulta extravagante que un debate con los principales líderes de las coaliciones colombianas organizado por Prisa Media comenzara a las siete de la mañana. Un presidente, en una ocasión, dijo que esta hora para él era ya el mediodía. Así que ya íbamos tarde. Fajardo, el más aplicado de la clase, llegó el primero. Se sentó en unos mullidos sofás color café para repasar sus apuntes. Unos minutos después apareció Fico a bordo de una camioneta. Se bajaron de ella tres Ficos, hombres en chaqueta, sin corbata, elegantes pero informales, con el pelo repeinado hacia atrás. Solo uno era el verdadero. Petro ajustó el tiempo, tanto que puso nerviosos a los productores. Pero a dos minutos de la hora en punto estaba sentado en la mesa del debate, con los auriculares puestos, la diadema por detrás de las orejas para no arruinar el peinado.
Pronto quedó claro que el rival era Petro. Ahora sí, este parece su tiempo, macerado a fuego lento, como López Obrador en México. El que resiste gana. El que fuera alcalde de Bogotá se quedó por el camino en 2010 y perdió con Iván Duque hace cuatro años. Está en campaña desde entonces. Con ese aplomo se sentó firme en la silla, la espalda recta, las manos cruzadas. El veterano. C on suficiencia, ni se dirigió a sus rivales al comienzo. Siente que solo él puede perder lo que lleva su nombre. Pero al cabo de los minutos le quedó claro que no sería una mañana sencilla. Fico se lanzó a hablar de expropiaciones, el libre mercado, las empresas, los populismos. El debate duraba una hora y Fico no quería perder tiempo.
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