Hay una palabra omnipresente en los informes de las casas de Bolsa en el último mes: inflación. Los precios en Estados Unidos subieron un 4,2% en abril respecto al año anterior; un nivel que no se veía desde septiembre de 2008, cuando aumentaron un 4,9%. Por su parte, el índice que vigila de cerca la Reserva Federal americana, y que mide el gasto de consumo personal (Personal Consumption Expenditure Price Index, PCE por sus siglas en inglés), repuntó un 3,1%, por encima de las expectativas del mercado que lo situaban en el 2,9%. A pesar de que las aguas bajan más tranquilas en Europa, según los datos de la oficina europea de estadísticas Eurostat, la tasa de inflación de la eurozona registró en mayo su nivel más alto en algo más de dos ejercicios y medio, un 2%.
En sí mismos y de forma aislada estos datos no son, según explican los expertos consultados, del todo relevantes ni preocupantes. Se trata, a su entender, de algo puntual resultado de un “efecto base”, porque se compara la actual evolución de los precios con lo sucedido en 2020, en plena pandemia de la covid-19. También porque son el reflejo de una recuperación de los precios de las materias primas que, con el confinamiento, habían caído a mínimos históricos. Además, las presiones inflacionistas se han producido en un escenario de fuertes estímulos fiscales y monetarios. Los analistas destacan que el repunte del IPC al menos aún no se explica por el aumento de los costes salariales, lo que sí sería, a su juicio, alarmante.
En renta variable, las recomendaciones señalan a los valores cíclicos europeos”
En este contexto, es lógico que los inversores se planteen qué hacer con su dinero. Cómo enfrentarse a este nuevo escenario con posibles subidas de precios que sí o sí, de producirse, provocarán que las rentas reales, llámense cupones, dividendos, intereses… evolucionen a la baja. Para Álvaro Antón Luna, country head de Aberdeen Standard Investments, sin duda es un momento para estar un poco fuera de la inversión en renta fija, da igual que sea pública o privada, y tomar posiciones en activos con algo más de riesgo. “En renta variable, tal vez la apuesta más clara sean los valores procíclicos más europeos que americanos porque se ven y verán más beneficiados de la recuperación económica, con lo que compensarán mejor el posible efecto inflacionista”, explica. Luna prefiere centrarse en compañías que hayan pasado esta crisis con cierta solvencia, manteniendo su imagen de marca. Habla de elegir entre superwomans y supermanes en lo que a sectores se refiere —entre ellos cita la industria, la salud, consumo y materiales—.
A pesar de estas salvedades, en el mercado hay cierta inquietud. Existen nervios sobre la posible evolución de la inflación, por lo menos en el corto plazo, que los expertos llegan a colocar en EE UU por encima del 5,5% a finales de 2021, aunque son más optimistas para los ejercicios siguientes. Directamente relacionado con este escenario, también hay incertidumbre sobre la posible subida de los tipos de interés y, para cerrar el círculo, nerviosismo sobre la fuerza de la recuperación de la situación económica general. Parece que empieza a asomar la sombra de lo que el propio Banco Central Europeo (BCE) llama “monstruo de la inflación”, del que dice en un vídeo de dibujos animados muy sencillo pero muy esclarecedor que “una vez que empieza no se le para así como así”. Representado como una suerte de sapo gigante con patas puede, a juicio del BCE, “causar graves problemas a la economía y también hacer que la gente pierda la confianza en su moneda”.