Costa de Marfil lleva el mar en el nombre. Su frente marino está ocupado por un cañón submarino de gran importancia biológica y sus aguas frías hacen abundante el pescado azul a proximidad de la orilla. El plato popular más conocido del país, el garba, está hecho de atún frito servido con sémola de mandioca o attiéké. Sin embargo, más allá de las residencias de lujo de las playas de Assinie y de los puertos de Abiyán ―capital económica del país― y San Pedro, el litoral permanece poco desarrollado y apenas accesible por la cotière, una tortuosa carretera que espera desde hace años una renovación que nunca llega.
Hasta allí llegó el veterinario y cooperante español José Gómez (Toledo, 1967) a finales de los años noventa. Gómez, que reside en Costa de Marfil desde 1991, descubrió que las largas playas de la remota región de Grand Bereby, al oeste de la ciudad portuaria de San Pedro, albergan algunos de los principales lugares de desove de tortugas marinas de África del Oeste. Pero tanto las tortugas como sus huevos generalmente acababan en el puchero.
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“Me sorprendió ver que, pese a que las tortugas marinas son una especie protegida son capturadas abiertamente sin que nadie haga nada”, explica Gómez, quien desde entonces empezó a buscar apoyo para poner en marcha iniciativas de conservación. Desde 2014 trabaja bajo la ONG Conservation de Espèces Marines (CEM) que fundó con el científico marfileño Alexandre Dah.
Ambos entendieron pronto que para que la gente se interesase por las actividades de conservación, estas debían formar parte de la solución a sus problemas. “Establecimos un contrato oral con las comunidades: protejan las tortugas y les ayudaremos a salir adelante”, narra.
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Los ribereños de etnia krumen de Grand Bereby estaban en un ángulo ciego del desarrollo. Siguiendo la fiebre agrícola del país, habían abandonado la pesca de subsistencia por la agricultura en pos de una mayor estabilidad. El hundimiento de los precios del caucho también afectó a su nivel de vida y se cebó con los jóvenes, sin trabajo ni tierra.
Con el apoyo de la Fundación Rodé y Orange Côte d’Ivoire, Gómez apoyó a las comunidades costeras a poner en marcha programas de desarrollo rural. Se trata de pequeñas infraestructuras de impacto social como pozos de agua potable, proyectos educativos, electrificación y centros de salud. CEM también proporciona formación y empleo como agentes de conservación marina a 26 jóvenes de localidades ribereñas.
“Nunca es suficiente en medio de tanta frustración, pero puedo decir que la gente ha mantenido su palabra”, afirma. Tras diez años de trabajo, la captura de tortugas ha desaparecido en las playas y los nidos permanecen protegidos en la zona de actuación de CEM gracias a la colaboración de los jóvenes locales.
Uno de ellos es Picard Almiral Hie (1988), nativo del pueblo de Roc. Hie divide su tiempo entre la salvaguarda de nidos de tortuga y las actividades de buceo, explorando los lechos marinos y arrecifes de la zona. “Si no protegíamos a las tortugas, nuestros hijos no podrían verlas”, reconoce, y afirma que el consumo de este animal en su comunidad es ya algo del pasado.