Croacia da la bienvenida al 2023 debutando en el área de libre circulación de Schengen y estrenando el euro, dos pasos que comienza a celebrar esta Nochevieja tras años de esfuerzos para completar su proceso de plena integración europea.
“El euro es un símbolo de unidad más allá de las fronteras y de los idiomas”, aseveró la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien el domingo viajó hasta la frontera croata para conmemorar un día de “celebración para todos los croatas y para todos los ciudadanos europeos”.
“El euro es un símbolo de la fuerza, unidad y solidaridad europeas, en momentos en que tenemos una guerra a nuestra puerta”, corroboró en un vídeo el vicepresidente de la Comisión para Asuntos Económicos, Valdis Dombrovskis. Esto, recalcó, “no es importante solo para Croacia, también lo es para toda la UE” y para aquellos países que, como Ucrania, aspiran un día a formar parte del bloque comunitario.
Con la entrada en la zona euro
Croacia tiene la esperanza de que su economía dé un salto. El ejemplo de los últimos tres países en integrarse en el área monetaria da motivos para el optimismo. Las tres repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) han dado un gran salto en su convergencia con la UE. En la última década, el producto interior bruto (PIB) per cápita de estos tres países se ha acercado en unos 20 puntos a la media comunitaria. En ese mismo tiempo, el Estado balcánico apenas ha avanzado la mitad. Aunque las grandes cifras de la economía croata muestran que ya está preparada para el salto que acaba de dar: el déficit público acabó 2022 algo por debajo del 3% del PIB; su deuda está en el 70%; el desempleo ronda el 6%.
Aunque esos datos también encierran uno de los grandes desafíos que este país de los Balcanes, que logró su independencia en los años noventa del siglo pasado: la desigualdad. En Zagreb, por ejemplo, donde se concentra el 34% de la economía del país, el PIB per cápita supera en 18 puntos porcentuales la media comunitaria. En cambio, en las regiones del este están 64 puntos por debajo.
Tan tangible como el euro es el ingreso en el espacio Schengen. Puede que para la mayoría de los casi cuatro millones de ciudadanos croatas sea menos cotidiano que pasar a pagar en la moneda común, pero también lo notarán en las horas que se ahorrarán en los pasos fronterizos con Eslovenia y Hungría o en aeropuertos. Así lo apuntó el comisario de Economía, Paolo Gentiloni, cuando señaló que los croatas disfrutarán ahora de “dos de los beneficios más tangibles de la integración europea”.
El gran paso hacia la total integración europea de Croacia es visto con una mezcla de esperanza y resignación por otros países vecinos que no han logrado aún su ingreso en estos espacios o, ni siquiera, en la misma UE. Tirana albergó, a comienzos de diciembre, la primera cumbre UE-Balcanes que se celebraba en la región. Fue un gesto de Bruselas hacia los aspirantes balcánicos que llevan años esperando a unirse al bloque: junto a los países miembro, se reunieron en la capital albanesa los “candidatos” oficiales de la región a integrar la UE —Albania, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Macedonia del Norte y Serbia— así como Kosovo, que todavía no ha iniciado el proceso de adhesión al no ser reconocido por cinco países de la UE, incluida España.
La cita albanesa tuvo lugar en un momento en el que Bruselas trata de frenar los avances de China y, sobre todo, Rusia en una región geoestratégica para el continente europeo. Esta zona también es clave para detener los flujos migratorios irregulares que los Veintisiete tratan de contener.
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