Cuando en diciembre de 2018 fue inaugurado en Bogotá el espacio Fragmentos, Iván Duque, presidente de Colombia, no acudió. Su autora, Doris Salcedo, calificó de “contramonumento” una obra en la que había fundido 37 toneladas de armas entregadas por las FARC, provenientes del conflicto que asoló durante más de 50 años. Con el arsenal de matar Salcedo diseñó el suelo. Fragmentos se convirtió así en un grito a favor del diálogo, un foro para debatir en el presente y el futuro cómo enmendar las heridas de Colombia. Todo lo contrario a lo que Duque defiende como opción: la negación del proceso de paz.
El pasado domingo 9 de mayo, el presidente pisó por primera vez ese simbólico suelo. Y a Doris Salcedo le pareció ni más ni menos que un sacrilegio. “Fue muy grave. Y no se le ha dado la importancia que este hecho merece”, asegura la artista colombiana. “Vivimos una situación de violencia extrema en nuestras ciudades con más de 200 desaparecidos, 50 asesinados, una estrategia de oprobio contra la población basada en el abuso y la violación de mujeres. La coacción es total y contiene todos los elementos de un Estado dirigido por gobernantes autoritarios”, afirma Salcedo.
Duque es la imagen de un hombre débil que necesita revestirse de fuerza para impresionar a lo que siempre más les ha molestado: el arte, el periodismo y las mujeres
Al menos esa es, según la artista, la imagen que Duque desea proyectar: “No había más que ver cómo se presentó en Cali, en plena crisis, con su chaqueta de aviador militar. Es la imagen de un hombre débil que necesita revestirse de fuerza para impresionar a lo que siempre más les ha molestado: el arte, el periodismo y las mujeres”.
Salcedo confiesa que le sorprendió el hecho de que Duque, en este contexto, decidiera utilizar para su propio beneficio Fragmentos: “Ya lo mancillaron. No creo que lo vuelva a hacer porque regresar implicaría que de una vez acepta lo que significa la obra: la consecuencia de un dolor sufrido por años de conflicto y un grito por la paz que él mismo niega”. Fragmentos fue un encargo del presidente anterior, Juan Manuel Santos, quien recibió el Premio Nobel de la Paz por alentar el proceso que puso fin al conflicto con la guerrilla.
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Cuando Iván Duque llegó al poder en agosto de 2018, todo cambió para la cultura, en opinión de Salcedo. “La narrativa de la paz se sustituyó por la de la economía naranja. El ministerio de nuestro ámbito se desfiguró y degradó a simple instrumento de dicho programa, bandera del Gobierno. De lo que se trata es de silenciar el arte y en su lugar imponer emprendimientos comerciales anuentes con la represión estatal”, afirma la creadora.
“El desprecio es continuo”, dice. Como tal califica el hecho de que Iván Duque y los miembros de su Gobierno no comunicaran al comité asesor, ni a ella ni a Francis Alÿs, el artista belga que expone actualmente allí, la intención de utilizar el espacio para celebrar una reunión con representantes religiosos. “Querían tratar la crisis que vivimos con grupos afines y contravinieron completamente todas las normas de seguridad para las obras de arte expuestas. La utilización de un espacio que posee una enorme carga simbólica para realizar allí un evento inane denota el desprecio que siente el Gobierno por el arte y la libertad de pensamiento”, denuncia la escultora.
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