Magret, Elisabeth y Agnes tienen 17 años y son chicas normales. Ataviadas con su uniforme escolar, sentadas bajo la sombra de un árbol en el patio de su colegio, hablan sobre la menstruación con otras amigas. “Yo sabía lo que era antes de tenerla porque mi madre ya me había comentado algo. Me había dicho que, cuando pasara un tiempo, iba a sangrar por mis partes íntimas”, afirma la primera. Agnes agrega: “Normalmente tengo dolores abdominales, así que suelo faltar al colegio. Al menos, durante uno o dos días”. Elisabeth, en cambio, resalta otro inconveniente. “El mayor problema de tener la regla es costearse los productos de higiene. Y también que me da un poco de vergüenza en la escuela”.
Magret, Elisabeth y Agnes son muchachas normales, sí, pero viven en una zona rural del norte de Tanzania, un país de 56 millones de habitantes donde casi la mitad, un 49%, debe subsistir con menos de 1,5 euros al día. El área que habitan las estudiantes, que acuden a un colegio en Msitu Wa Tembo, una pequeña comunidad de la región de Manyara, unos 30 kilómetros del Kilimanjaro, es el máximo exponente de estadísticas como esta. Una encuesta que realizó en este país africano la ONG holandesa SNV con niñas en edad de menstruar arrojó que el 50% no era capaz de gestionar correctamente su periodo ni pagar las compresas. Dicha organización visitó, además, diversas escuelas en ocho distritos diferentes y concluyó que el 98% de ellas no disponían de suficientes instalaciones ni material (agua, jabón, habitaciones para cambiarse y descansar) para mantener una higiene menstrual digna.
El coste de las compresas tradicionales, las de usar y tirar, es precisamente uno de los mayores obstáculos. Muchas de las jóvenes no pueden pagar (ni tampoco sus familias) 1,20 euros que vale un paquete. De hecho, algunas ni siquiera tienen acceso a estos productos, pues solo el 9% de las tiendas en las zonas rurales dispone de ellos. Y esto aboca a las jóvenes a limpiarse con papeles de periódicos o con retales de tela vieja y, también, a perder horas de estudio a una edad vital. Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura estima que al menos una de cada diez niñas en África Subsahariana deja de ir a la escuela durante el ciclo menstrual, lo que se traduce en la ausencia al 20% de las clases de un año escolar natural.
Pero, desde hace ya un tiempo, jóvenes de la zona donde viven Magret o Agnes disponen de una nueva solución, una más barata, accesible y sostenible. Su colegio ha puesto a su disposición compresas de tela, producto que la institución ha recibido de Tatu Project, una ONG que realiza proyectos de cooperación en la zona. “Son las que utilizo ahora, aunque algunas amigas dicen que a ellas les sale mucha sangre y que prefieren las tradicionales. Yo no, yo no sangro tan fuertemente”, afirma Magret. Amina, que la escucha a su lado, añade: “A mí, cuando las acabo de lavar, me da un poco de vergüenza tenderlas porque las ven los vecinos, así que siempre las coloco debajo de otras prendas”.
Una mujer tiende una compresa de tela junto a otras prendas en el patio de su casa de Londoto, un pueblo situado en el noreste de Tanzania.
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