El joven queretano, de 25 años, se convertirá en matador de toros el próximo 12 de diciembre, cuando tome la alternativa durante la emblemática Corrida Guadalupana, en la Monumental La Plaza México.
“Me siento contento pero también hay miedo, nervios, incertidumbre, pero la ilusión es la que me mantiene de pie. Es una corrida emblemática y tiene un cartel muy bonito”, dijo.
San Román debutó como novillero y con el pie derecho en 2018, en León, Guanajuato, pues se coronó como triunfador al cortar tres orejas, ahora sumará un logro más importante en su corta trayectoria taurina, lo que representa un sueño hecho realidad.
El año pasado iniciaba su campaña en España, la cual fue suspendida al igual que su actuación en Valencia, pactada para el 13 de marzo cuando comenzaron los primeros casos de Covid-19 en Europa. Solamente alcanzó a torear en Olivenza.
Diego San Román desde pequeño
Aunque desde joven se desenvolvió en un ambiente taurino, ya que su padre, Oscar San Román es matador de toros, al principio no pensaba dedicarse a esta profesión, le interesaba el futbol e incluso practicó motocross.
“Prácticamente crecí viendo el capote y la muleta, y a mi papá entrenar. Aunque antes no me gustaba, un día decidí involucrarme de lleno y aquí estamos, la verdad inicié tarde en esto, a los 18 años, hay quienes inician desde los siete”, explicó.
A pesar de eso, Diego creé que ha tenido una vida normal, al igual que muchos jóvenes de su edad, asiste a eventos sociales, pasa momentos familiares y tiene tiempos de esparcimiento, “es un poco complicado, pero trato de mantener un balance, esta profesión requiere de mucho tiempo, dedicación y podría decir que hasta sacrificios”.
Para el próximo matador, el secreto para triunfar en el mundo taurino es la disciplina, “requiere de mucha disciplina, de largas horas de entrenamiento, levantarse temprano, y creo que también va de la mano con la mente, el 99 por ciento lo ocupa la mente”, explicó.
Prueba de ello es su excelente estado físico y buenos hábitos alimenticios, que engloban, ejercicio diario y de fuerza, para poder sostener el capote cuyo peso varía entre los cuatro y seis kilos.
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