Cada 2 de febrero, millones de personas en México y en varios países de América Latina celebran el Día de la Candelaria, una festividad que no solo es religiosa, sino que también se ha convertido en una excusa ideal para compartir y disfrutar de una de las delicias más emblemáticas de la gastronomía mexicana: los tamales. Esta festividad se origina de tradiciones que combinan elementos prehispánicos y católicos, simbolizando la presentación de Jesús en el Templo y el Día de la Purificación de la Virgen María.
La festividad comienza desde el Día de Reyes, cuando las familias comparten el “Rosca de Reyes” y, en caso de encontrar el muñeco, se comprometen a preparar tamales para el Día de la Candelaria. Este ritual ha ido evolucionando con los años, integrando nuevas costumbres y sabores regionales que enriquecen la experiencia culinaria del evento. Así, los tamales, que pueden estar rellenos de una variedad enorme de ingredientes, como carne, verduras o incluso frutas, se convierten en protagonistas de una celebración llena de colores y sabores.
Entre las diversas tradiciones que acompañan este día, la calidez de las reuniones familiares resalta, donde las generaciones se agrupan en torno a la mesa para degustar tamales y atole, mientras rememoran historias y fortalecen lazos. La variedad de tamales es sorprendente, y cada región de México aporta su propio sello distintivo, desde los clásicos tamales de elote, hasta los exóticos de mole o los dulces de fresa, además de versiones con ingredientes locales que enriquecen aún más la oferta.
Esta celebración es particularmente intensa en ciertos estados, donde se organizan ferias y eventos comunitarios dedicados a la venta y degustación de tamales. Por ejemplo, en la Ciudad de México, la Plaza de la Constitución se convierte en un hervidero de familias y amigos que buscan experimentar lo mejor de la gastronomía tamalera, además de vivir un ambiente festivo con música y danzas tradicionales.
La Candelaria también refleja el espíritu comunitario y la herencia cultural que caracteriza a México. Desde su evolución como una simple costumbre, la celebración ha crecido en importancia, atrayendo el interés no solo de locales, sino también de turistas que buscan sumergirse en las tradiciones mexicanas. Se pueden encontrar talleres y clases de cocina que enseñan a hacer tamales, promoviendo así el rescate de esta tradición culinaria que se transmite de generación en generación.
En conclusión, el Día de la Candelaria es una celebración que va más allá de simplemente comer; es una experiencia cultural y social que reafirma la identidad mexicana. En este día, los tamales no solo son un platillo; son un símbolo de unidad, tradición y alegría que continúa resonando en los corazones y en las mesas de las familias mexicanas.
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