Dos ríos poderosos: el Avia, que refleja como un espejo la villa medieval de Ribadavia, y el Miño, que se lo bebe poco después. Bajo tierra, un mar de aguas termales. Sobre ella, otro de vino: esta es la capital de la comarca de O Ribeiro. Y bajando por las rúas cuestudas, entre casas blasonadas e iglesias románicas, un Amazonas de historia: esta ciudad de la provincia de Ourense fue una boyante judería y la capital del reino de Galicia. Mucha agua, mucho vino, muchos siglos…
Un paseo fluvial
Una buena manera de empezar el día, con energía, es acercarse al puente medieval de San Francisco (1) y echarse a caminar, trotar o pedalear por el paseo fluvial que baja por la margen derecha del Avia y luego del Miño. Interesa llegar al pequeño pueblo de Francelos (2), que está a unos dos kilómetros y medio (media hora andando a buen paso), para admirar la iglesia de San Xés, obra encantadora de estilo prerrománico del siglo IX, con una ventana calada de granito que más que de picapedreros parece labor de palilleiras o encajeras. Al volver, se puede desayunar en The Boot Coffee (3), junto al convento de Santo Domingo, o en la terraza del Café Calvo (4) (Rúa VIrxe O Porta, 5), contemplando el castillo de los Condes de Ribadavia.
Un recorrido por la judería
Una vez vista la plaza Mayor y todo lo que hay en ella se ha de bajar por la rúa Merelles Caula 6), que fue la principal de la judería, donde estuvo la sinagoga. En la calle de San Martiño los ojos se van para la Casa de la Inquisición (7), un edificio del siglo XVI con cinco escudos de familias ligadas al Santo Oficio. Y en la paralela de Santiago, se van para la iglesia del mismo nombre, románica, del siglo XII, la primera que hubo en la villa. Al lado está el Museo Etnolóxico (8), con una atractiva sección dedicada a la pesca fluvial, la mayor riqueza que tuvo antiguamente Ribadavia, después del vino. Calle arriba, en el número 11, se encuentra la pastelería de As Nisas (9), donde tres hermanas elaboran y venden dulces hebreos. Sus cañitas de crema son famosas.
Santo André, paraíso del vino
Si comemos en Sábrego no tendremos que andar ni cien metros para visitar después el Museo del Vino de Galicia (13), porque está al lado mismo, en el lugar de Santo André de Campo Redondo. Ocupa una monumental bodega del siglo XVIII, donde en su día se hacía vino para el monasterio de San Martín Pinario de Santiago de Compostela. Cien mil litros salían de aquí todos los años. Lógicamente, una de sus salas está dedicada a la comarca vinícola circundante, la de O Ribeiro, una de las de mayor personalidad y más antiguas de Galicia. Redondearemos la escapada enológica en Santo André de Campo Redondo visitando Adega Doña Elisa (14), una bodega de colleiteiro (de cosechero) familiar, minúscula, con menos de una hectárea de viñedo, que elabora un vino delicioso: Canción de Elisa. Lo producen con cuentagotas: 5.000 botellas al año. Nada que ver con el gigante Viña Costeira, la bodega más grande de Ribadavia y de toda la comunidad, que vende cinco millones de botellas. También se puede visitar.
Baño termal al anochecer
Después, no es mala idea dejarse caer por las Termas Prexigueiro (15), a unos cinco kilómetros al sur de Ribadavia. Son unos baños al aire libre de inspiración japonesa en un pinar, con pozas donde el agua mana a unos 40 grados, tanto en invierno como en verano. Dependiendo de la temperatura ambiente y de la presión atmosférica, el agua es transparente, blanca o turquesa. La visitan 60.000 personas cada año. Es muy popular, como los precios: 5,70 euros por hacer un circuito termal de 90 minutos. Los sábados y domingos hay cola, así que mejor ir un día entre semana. Al anochecer, cuando se iluminan las pozas, es cuando más apetecibles están.
21.30 Cena y al alojamiento rural
De vuelta en Ribadavia, entrar en la Taberna Papuxa (16) (609 96 09 61) es como colarse de golpe en la Edad Media: suelos de tierra elemental, grandes cubas de madera, parroquianos sirviéndose el vino a sí mismos en cuncas de loza… Aquí se puede beber y picar algo. Para cenar-cenar, iremos a O Pucheiro (17) (988 47 09 06), donde probar las anguilas del Miño, célebres por su finura y su exquisito sabor. También están ricos el pulpo, el bacalao y los chipirones.
Aquí, dos alojamientos rurales excelentes, donde se duerme a pierna suelta con un silencio de cámara acorazada, son el Pazo dos Ulloa (18), una casa del siglo XV de la parroquia de Esposende, y el hotel-bodega Casal de Armán (19), que ocupa un edificio del XVIII en lo alto de Santo André de Campo Redondo, rodeado de los socalcos milenarios donde arraigan las vides del Ribeiro. Buen lugar también para ver amanecer.
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