El estadounidense Spencer Elden no fue un niño cualquiera. Hace treinta años, cuando apenas gateaba y sin ser consciente, protagonizó una de las portadas más célebres de la historia de la música: Nevermind, el álbum que catapultó a la fama a Nirvana y puso el grunge en el radar internacional. “Es extraño formar parte de una imagen tan culturalmente icónica porque, realmente, no tuve nada que ver con ella. Mi madre tiene una historia loca. Dice que, cuando era joven, tuvo una especie de visión de que su bebé iba a estar en todas partes”, rememoró él mismo a las páginas de The Guardian en 2015.
Así fue. Atendiendo a que el segundo largo de la extinta banda liderada por Kurt Cobain ha vendido más de 30 millones de copias desde su lanzamiento, y que la carátula se ha reproducido hasta la saciedad en todo tipo de productos de merchandising, su cara es de todo menos una desconocida y está, literalmente, en millones de hogares, locales de ocio y salas de exposiciones de todo el mundo.
Inicialmente, tanto el grupo como Robert Fisher, el director de arte de la discográfica Geffen Records, se plantearon un concepto visual mucho más explícito para ilustrar Nevermind. “Kurt quería que el bebé naciera bajo el agua. En aquella época, antes de que existiera Internet, había que ir a la librería local y revisar los libros de partos para encontrar fotos. De modo que eso es lo que hice… pero no había forma de hacer una portada con ello. No pude encontrar ninguna foto buena. Todas eran demasiado gráficas para usarlas”, explicó Fisher. Ante la imposibilidad de poder mostrar un alumbramiento sin esquivar la censura, no les quedó otra que recurrir solo a un recién nacido.
“Entonces a Kurt se le ocurrió agregar un anzuelo para hacer la escena más impactante. Pasamos la tarde sentados pensando en todas las cosas divertidas que podríamos poner en él. Por ejemplo, un trozo de carne, como un gran filete crudo. O un CD o algo que sirviera para simbolizar la música. Fuimos a almorzar y consideramos: ‘¿Qué tal un burrito?’. También: ‘¿Qué os parece poner un perrito caliente?’. Estuvimos así durante horas. No recuerdo a quién se le ocurrió la idea del billete de un dólar, pero a todos nos pareció que era bastante buena”.
Con la premisa ya clara, solo faltaba encontrar un brazo ejecutor. El elegido fue el fotógrafo Kirk Weddle. “En ese momento yo intentaba hacerme un nombre como el chico de la fotografía submarina”, narró en The Guardian en 2019, “pero cuando me pidieron que hiciera la portada para Nevermind no tenía idea de si podría hacerlo. Hacerle fotos a un bebé era nuevo para mí. ¡No quería que acabara ahogándose por mi culpa!”. Afortunadamente, no hubo que lamentar ninguna desgracia. Sobre todo, porque el anzuelo y el billete se insertaron en un laboratorio días después.
Por aquella sesión de apenas cinco minutos, realizada en el centro acuático de Pasadena, cobró 1.000 dólares. La cifra lo cubría todo: desde el equipo necesario hasta la contratación de un buzo para posibles rescates. “Sabía que tenía la foto buena. Eso es lo que pasa con los fotógrafos de la vieja escuela: como profesional, debes saber que tienes la correcta antes de irte. Sin embargo, yo no estaba seguro de que la compañía de discos la aceptara. Así que, por si acaso, decidí ir a una escuela de natación para niños y meter a una media docena de bebés en el agua. Había una niña de 10 meses de edad que pensé que realmente podía funcionar, así que le hice una foto de perfil. Pero a la discográfica le encantó la original de Spencer”, verbalizó Weddle.
“Acabaron eligiéndome a mí. Y creo que se debió a mi pene: muchos de los otros bebés eran niñas. Me alegro de que no fuera para algo como un álbum de los Backstreet Boys”, bromeó al respecto Spencer en la entrevista que concedió en 2015. En la misma apostilló: “Mis padres sabían quiénes eran Nirvana, pero no estaban muy interesados en la escena grunge. Mi padre, Rick [quien trabajaba en Hollywood como artista de efectos especiales], en ese momento asistía a la escuela de arte y sus amigos le pedían a menudo ayuda para sus proyectos. Así fue como Kirk le llamó y le dijo: ‘¿Quieres ganar algo de dinero hoy y tirar a tu hijo a la piscina?’. Mis padres me llevaron allí, al parecer me soplaron en la cara para estimular mi reflejo nauseoso, me sumergieron, me hicieron algunas fotos y me sacaron. Eso fue todo. Les pagaron 200 dólares y se fueron a comer tacos después”.
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