El periodista holandés Peter R. de Vries, de 64 años, sigue hospitalizado después de haber recibido el pasado martes un disparo en la cabeza en una calle concurrida del centro de Ámsterdam. Mientras él lucha por su vida, el ataque ha alentado el debate sobre el grado de protección que deben recibir los periodistas especializados en este tipo de delincuencia. Reporteros sin Fronteras (RSF) va más allá, y alerta de los riesgos de que los informadores abandonen sus investigaciones, si no se aclaran a fondo también otros casos de profesionales asesinados en suelo europeo, como el de Daphne Caruana Galizia en Malta en 2017, o el más reciente de Yorgos Karaivaz, tiroteado en abril en Grecia.
Pauline Ades-Mevel, portavoz de RSF, señala por teléfono desde París: “Las autoridades holandesas deben garantizar la protección de los periodistas que investigan el crimen organizado, aunque sabemos que es difícil porque ello dificulta su trabajo, y porque la seguridad solo se puede imponer cuando no hay más remedio”.
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Añade que “está claro que estos delincuentes mandan una señal para intimidar a otros, que como Peter R. de Vries, rastrean en dichos círculos”. Y recuerda el caso de Dafne Caruana Galizia, de 53 años, asesinada con una bomba puesta en su coche en una zona rural de Malta cuando investigaba una trama de supuestos sobornos. En la cadena de sospechosos figuraban poderosos empresarios y llegaba hasta al Gobierno.
También está el caso de Jan Kuciak, de 27 años, que halló la muerte a tiros en Eslovenia en febrero de 2018 junto con su novia, Martina Kusnirova. El periodista investigaba los lazos entre los políticos, la mafia italiana y el crimen organizado. “Y no olvidemos a Yorgos Karaivaz, que informaba sobre los mismos temas: corrupción y crimen organizado. En todos es necesaria una investigación a fondo, independiente y que no se prologue en el tiempo, para que no tenga un efecto paralizante y otros periodistas dejen de investigar por temor a que les ocurra algo”, añade.