El cuadro de las semifinales de la Eurocopa anuncia para el próximo domingo un campeón sorpresa, si se tiene en cuenta que han quedado fuera del podio los reyes del mundo (Francia) y de Europa (Portugal) así como el número 1 del ranking de la FIFA (Bélgica). Incluso el vencedor puede ser inédito si triunfa Inglaterra. Vuelven los ingleses a Wembley, el modernizado templo en el que se coronaron campeones del mundo en 1966 ante Alemania, una selección que precisamente cambiará de técnico —Hansi Flick sustituirá a Joachim Löw— después de que la Bundesliga haya generado un buen número de entrenadores que han revolucionado el juego en su liga y en Europa.
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Inglaterra tiene un equipo variado y optimista y el factor campo avala su candidatura en un momento en que el confinamiento por la covid-19 impedirá la movilización de las hinchadas de Dinamarca, Italia y España. Los pronósticos señalan de momento a los ingleses como favoritos en su semifinal del miércoles contra Dinamarca, campeona continental contra pronóstico en 1992. Ahora mismo el interés se sitúa de todas maneras en el clásico duelo del martes: Italia-España.
Los italianos son un equipo imparable después de encadenar 32 partidos sin perder y abatir a Bélgica. Mezclan el fútbol más dinámico del momento, personificado en la figura de Roberto Mancini, con el inmovilista que les ha caracterizado desde el catenaccio, escarmentados desde que por vez primera se quedaron fuera de la Copa del Mundo en 2018 después de una eliminatoria de repesca contra Suecia. Tiene Italia tantas ganas de revancha como España y Luis Enrique. Al seleccionador español no se le olvida el codazo de Mauro Tassotti que le rompió la nariz en el Mundial 1994.
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La etapa dorada del fútbol español en Europa empieza y acaba en cualquier caso con Italia. La rueda de los penaltis en los cuartos de final de 2008, protagonizada por Iker Casillas y Cesc Fàbregas, es todavía tan recordada como el triunfo por 4-0 en la final de Kiev de 2012. La hegemonía se acabó en 2016 cuando la Azzurra de Antonio Conte se impuso por 2-0 y certificó la caída española, ya anunciada en el Mundial 2014 y sellada en el de 2018.
“Xavi e Iniesta nos inspiraron a todos”, afirma Nicolo Barella, el símbolo de la Italia que se cruza con una España discontinua y también descamisada, poderosa cuando juega con tensión y vulnerable defensivamente, sobre todo porque los dos centrales no acaban de mezclar bien y el equipo no sabe descansar con la pelota, como se vio ante Croacia y Suiza.