La carrera espacial ya no es lo que era. A los veteranos del primer duelo tecnológico por explorar y conquistar el universo les causaría perplejidad que ahora sean milmillonarios como Jeff Bezos –que ayer despegó, llegó al espacio y volvió, todo en once minutos–, Richard Branson –que lo hizo el pasado 11 de julio–o Elon Musk –que no lo ha hecho todavía– los que han recogido el testigo. ¿Qué fue del romanticismo en tonos sepia que hoy atribuimos, tirando de memoria selectiva, a los astronautas y cosmonautas de la Guerra Fría?
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La primera carrera espacial fue un enconado asunto entre dos superpotencias, Unión Soviética y Estados Unidos, que echaron el resto y no se dieron tregua durante entre 1951 y 1969. Tras una fase en que unos y otros pusieron en órbita a insectos, roedores o mamíferos (la perra Laika, el macaco Sam, el mono Baker, una larga serie anónima de ratones o moscas de la fruta), los soviéticos se impusieron con contundencia en el primer gran asalto llevando al espacio el 12 de abril de 1961 al primer cosmonauta humano, Yuri Gagarin.
Sin embargo, el 22 de julio de 1969 Estados Unidos obtuvo la victoria con la llegada a la Luna del Apolo 11, en la que es sin duda una de las imágenes más icónicas del siglo XX. Ese logro formidable y el posterior ocaso de una Unión Soviética corroída por sus problemas internos zanjaron, en esencia, la carrera espacial tal y como la conocíamos. En las últimas décadas se han producido avances muy significativos, pero ya no un fascinante pulso entre dos poderes globales y dos visiones del mundo.
Deprisa, deprisa
Jeff Bezos acaba de recuperar la iniciativa a nivel mediático con su muy publicitado vuelo suborbital de este pasado 20 de julio. Bezos predica con el ejemplo y se sube a bordo de su propia tecnología para convertirse en cosmonauta privado, lo que ahora llamamos turista espacial. El lema de su compañía, Blue Origin, fundada en 2005, siempre fue la frase latina “gradatim ferociter” (“Paso a paso, ferozmente”). Y su mascota, una tortuga, el animal que nunca tiene prisa pero acaba llegando a todas partes. Bezos no se propuso correr, sino avanzar con firmeza, pero ahora acaba de dar un brusco acelerón.