Isabel II es una isla. No importa quiénes o cuántos la rodeen en los actos oficiales. Los británicos reconocen, admiran y esperan de la reina una entereza solitaria que no atribuyen a ningún otro miembro de la familia real.
Por eso tuvo categoría de conmoción nacional durante el funeral de su esposo, Felipe de Edimburgo. Sentada ella sola en una esquina del coro, de luto riguroso, la jefatura del Estado recaía sobre una pequeña mujer que cuatro días después iba a cumplir 95 años.
Por eso los miembros de la casa de Windsor se han conjurado para acompañarla a partir de ahora en los actos oficiales. Y este sábado, cuando Isabel II presida la ceremonia del Trooping the Colour, a su lado estará su primo, el duque de Kent (85 años). Hay un propósito explícito de respaldar a la monarca en la reanudación de sus obligaciones, a medida que las restricciones sociales se relajan.
A pesar de que el palacio de Buckingham se esfuerza estos días en recalcar que Isabel II ya está ansiosa por retomar el mando. Pero el sábado es el evento por excelencia.
El segundo sábado de cada junio, los británicos celebran el aniversario oficial de su soberana (el cumpleaños de la reina es en realidad el 21 de abril, y lo festeja ese día de un modo más privado).
Más de 1.000 oficiales y soldados, 200 caballos y seis bandas militares para mostrar los estandartes de los distintos cuerpos del ejército frente al palacio de Buckingham. Los devotos de la serie The Crown (Netflix) recordarán el inicio de la cuarta temporada, en la que Isabel II acaricia y tranquiliza a su caballo antes de salir por la entrada principal del palacio, montada a la amazona, para ser aclamada por el gentío.