Los coletazos de la guerra en Ucrania lastrarán el crecimiento de América Latina. El principal desafío de la región será controlar la inflación, disparada debido a la subida de los precios internacionales de los alimentos y la energía. El panorama no es el mejor, advierte el Fondo Monetario Internacional (FMI), que este martes ha presentado en Washington un nuevo informe de perspectivas que actualiza los datos de enero.
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El crecimiento global será de 3,6% en 2022 y 2023, lo que supone una caída de 0,8 puntos y 0,2% puntos porcentuales, respectivamente, con respecto a sus previsiones de hace tres meses. Para América Latina no habrá cambios, y el crecimiento se mantendrá “en torno al 2,5%” para los dos próximos años. Pero eso no significa que habrá buenas noticias. Los problemas llegarán por el lado de la inflación y las posibilidades de reacción de países que ya tienen rojos fiscales importantes, producto de los incentivos que repartieron durante la pandemia de la covid-19.
El FMI estima en 5,7% de inflación para este año en los países avanzados, pero eleva la previsión hasta el 8,7% en los emergentes, el grupo donde entran las economías latinoamericanas. La cifra supone un 2,8% más que antes de la invasión rusa a Ucrania. La culpa la tiene la subida de los precios de la energía y los alimentos, que golpea el balance comercial de los importadores y también presiona a los productores por el traslado de los precios de exportación a los mercados internos. “La creciente presión inflacionaria también puede llevar a las autoridades a recurrir a subsidios u otras formas de apoyo a los hogares o empresas”, dice el Fondo, una decisión que agravaría aún más la salud fiscal de los países de América Latina.
“La guerra en Ucrania”, agrega el FMI “ha sacado a la luz una serie de problemas estructurales a mediano plazo” que serán un desafío de grandes dimensiones para los mercados emergentes. El listado de obstáculos es largo: la posibilidad de que la geopolítica de la seguridad energética ponga en riesgo la transición climática; la fragmentación de los mercados de capitales y el sistema de pagos internacional y la creación de bloques de monedas digitales. El FMI hace una advertencia particular sobre el uso generalizado de criptomonedas, cuyo valor “se ha disparado tras la introducción de sanciones contra Rusia”.
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