Por Lya Gutiérrez Quintanilla.
Oriundo de Talpuhagua, Michoacán, pero radicado en Cuernavaca desde hace más de 40 años, Guillermo Monroy (Becerril su apellido materno), es por méritos propios reconocido como pintor y muralista, independientemente de haber sido alumno de Frida Kahlo.
Mientras estuvo en funciones el Instituto Regional de Bellas Artes de Cuernavaca, don Guillermo fue formador de varias generaciones de jóvenes pintores en Morelos a través de las clases que impartió en el IRBAC. Es uno de los dos sobrevivientes del grupo de alumnos de la Kahlo, conocido como “Los Fridos”, ya de fama internacional, pues han sido invitados a exponer en varios lugares de México y del extranjero; todos ellos ex alumnos de la notable pintora en La Esmeralda (hoy Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado). “¿Qué cómo era Frida? Pues sencillamente espectacular.
Con una belleza única, sus trajes mexicanísimos, siempre con flores en el cabello. El salón de clases se iluminaba cuando entraba Frida. Lo primero que nos comentó el primer día de clases cuando la acompañó el maestro Antonio Ruiz, “el Corzito” en ese entonces director de la escuela, fue: “No soy maestra así es que todos aprendan de todos yo observaré y criticaré su trabajo por lo que los invito a ir a museos a conocer obras maestras, a exposiciones y visitar zonas arqueológicas con el fin de que presten atención al trabajo de grandes artistas y de esa forma aprenderán a pintar”. Como maestra, Frida era exigente y muy entusiasta pero muy seria. En una ocasión en que le propuse que ¿porqué no posaba ella para nosotros en lugar de utilizar a a una modelo? Respondió: “Si todos sus compañeros están de acuerdo, ¡adelante!”.
A sus 97 años, Guillermo Monroy además es grabador, fotógrafo y artesano, mantiene una memoria privilegiada de cada momento de su vida. Incluso recuerda la preocupación que sentían ante su creciente mal estado de salud hasta que llegó un momento en que Frida ya no pudo acudir a sus clases “entonces optamos por no aceptar un suplente y le pedimos si nos podía seguir dando clases en su casa, lo que aceptó encantada. Así es que le daba tanto gusto vernos, que nos preguntaba si ya habíamos desayunado y en ocasiones la acompañábamos también a comer. México, en ese entonces vivía una época “Roja”.
Casi todos veníamos de hogares sencillos con padres obreros como en mi caso y todos éramos del Partido Comunista. Participábamos en marchas y vivimos plenamente esa efervescencia política. Autor de los murales del edificio de la SCyT Monroy junto con el maestro Juan O´Gorman, José Chávez Morado y los jóvenes que en ese tiempo pertenecíamos al Taller de Integración Plástica que dirigió el maestro José Chávez Morado, estábamos en el Frente Nacional de las Artes Plásticas. Por la misma época fui ayudante de Olga Costa en los murales del Balneario de Agua Hedionda, en Cuautla y en el Museo de Tlaxcala, hace unos años, me distinguieron con un homenaje en una muestra que se llamó: “Monroy, un Frido entre dos siglos”. A pesar de la gran labor que realizó en Morelos, después de haber trabajado en los institutos de Bellas Artes de Chiapas y Acapulco, aquí en Cuernavaca de igual manera se volvlió un maestro imprescindible en el Instituto Regional de Bellas Artes, IRBAC.
A decir de varios de sus alumnos, Monroy fue un gran maestro, se le recuerda con gran sentido del humor, jamás faltó a una clase, fue de esos maestros que no solo daban clases y se retiraban sino que realmente creó un gran ambiente en el plantel y así pasaron los años, todos éramos como una gran familia en el IRBAC. “Me tocaron como directores: el arquitecto Felipe Jardel, después Herbert Hoffman, luego la maestra Kitzia Hoffman y finalmente el tenor Carlos de la Sierra. Cuando me jubilé llevé a mis alumnos al Parque Melchor Ocampo, cada uno pintó un árbol. Ya en el IRBAC, nos despedimos todos llorando en medio de una gran exposición”. En 1986 el INBA a través de IRBAC pidió a Monroy una exposición en homenaje a Diego Rivera en la Casa Azul de Cuernavaca con los dibujos que Monroy realizó de los grandes maestros. Y ya en su jubilación no paran sus reconocimientos por su trabajo artístico y por su trabajo social y con uno de ellos, Monroy se emociona el recibir el nombramiento de Caballero Águila grado Tlacuilo en Cuernavaca.