Como organizador del Campeonato de Europa de 2024 en Alemania, es natural que me preocupe el papel y el impacto del equipo anfitrión. Es importante para el ambiente y la repercusión de un torneo que este se desarrolle con valentía y genere optimismo; que en sus filas tenga personajes con los que los aficionados puedan identificarse; y que sepa y se sepa que juega en casa.
El público quiere medir a los jugadores por la manera en que asumen la responsabilidad, y le gusta ver crecer a su equipo a lo largo del torneo. Y si, además, este desarrolla un estilo de juego propio sobre el campo, algo que ocurre más o menos inevitablemente, la repercusión de los equipos nacionales y el significado social de las Eurocopas o de los Mundiales resulta evidente. En la historia del fútbol hay ejemplos concretos de este valor añadido del fútbol, como Inglaterra 1996, Francia 1998 o Alemania 2006.
Más información
En el torneo paneuropeo de 2021, ha habido varios organizadores, y dos de ellos están en la final. Inglaterra ha dejado que el entusiasmo de sus compatriotas la arrastre a lo largo de los cinco partidos en Wembley. Su equipo depende de su tremenda capacidad atlética y de su juego aéreo, que es por lo que se conoce a la Premier League, y también a la historia de Inglaterra.
El seleccionador, Gareth Southgate, le da a su equipo dos cosas. Con su carta abierta al país, en la que trata el tema del racismo, ha dejado claro que considera que, como seleccionador nacional, tiene una misión social. Y su equipo cree en su plan deportivo, que consiste en que nadie les meta un gol fácilmente. Inglaterra solo ha encajado un gol, en la semifinal contra Dinamarca. En la delantera, Southgate puede confiar en numerosos talentos, pero sobre todo en Raheem Sterling. También hay que destacar que utiliza jugadores de clubes que no forman parte de los seis grandes, a saber, el Leeds United, el Aston Villa, el West Ham United y el Everton. Y eso también refuerza la identidad de Inglaterra.