La vida dibujada en la ciencia ficción empieza a ser realidad. Decenas de dispositivos conectados de forma simultánea en cada hogar, comunicaciones con presencia virtual, robótica avanzada, control de tráfico y de operaciones logísticas o industriales instantáneas, telemedicina, nuevas formas de educar, gemelos digitales, el internet de los sentidos… La lista de aplicaciones que esperan la nueva generación de tecnologías inalámbricas, el 6G, es interminable. En una década comenzará una nueva revolución tecnológica con miles de millones de humanos, aparatos, vehículos, robots y drones conectados. Ya comienza a dar los primeros pasos.
Las principales multinacionales tecnológicas se reúnen desde el lunes hasta el 13 de mayo en Sevilla para celebrar una nueva edición del Fórum 5G. Esta generación nació con el reclamo de más velocidad y capacidad: 20 gigabytes por segundo y reacción en un milisegundo. Pero sus aplicaciones han ido mucho más lejos que esas virtudes. Según Ricardo Medina, director general de la organizadora del encuentro internacional de la capital andaluza (Medina Media Events), “resulta que no se había valorado suficientemente lo bueno que podía ser”.
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Las aplicaciones de esa tecnología están orientadas al presente con la mirada puesta en el futuro inmediato, en el 6G, que permitirá el intercambio de hasta un terabyte por segundo y latencia (respuesta) de 0,1 milisegundos. Para Tommy Svensson, profesor de sistemas de comunicación de la Universidad de Tecnología Chalmers (Suecia), “las expectativas son altas y la lista de deseos es larga”. Chalmers forma parte del conjunto de 25 entidades implicadas en el proyecto europeo de investigación Hexa-X para la implementación de la nueva generación.
Svensson destaca que, en los próximos 10 años ―”o incluso antes”, vaticina—, el 6G habilitará el internet de los sentidos. “Esto significa que podremos experimentar las aplicaciones de internet utilizando los cinco sentidos humanos, no solo la vista y el oído como hoy”. “Y nuestros hogares, oficinas, fábricas y ciudades”, añade, “se representarán en un mapa interactivo constantemente actualizado, capaz de predecir lo que sucederá en el mundo real. Podremos comunicarnos a través de hologramas y trabajar con superficies inteligentes posicionadas en tres dimensiones con información sobre la orientación de los objetos”.
Los hologramas permitirán interactuar con todo tipo de objetos en cualquier lugar o disfrutar de un espectáculo imposible, como los conciertos de María Callas celebrados en teatros de todo el mundo hace dos años, o recrear la presencia de seres queridos o mantener una reunión casi presencial a kilómetros de distancia, como la experiencia de los primeros humanos holtransportados para una prueba de telemedicina en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), o ir al supermercado sin moverse de casa o participar del mundo paralelo que promete el metaverso.
Akihiro Nakao, profesor de Ingeniería de la Universidad de Tokyo e integrante de un equipo de investigación finlandés y japonés sobre el desarrollo del 6G, coincide: “No se trata solo de velocidades más altas y una respuesta más rápida, aunque estas cosas mejorarán. Los objetivos del 6G incluyen una mejora masiva en la eficiencia energética, la seguridad basada en la mecánica cuántica, la optimización de la red impulsada por la inteligencia artificial, la integración con las redes satelitales y más. Para la vida cotidiana, todo esto significa que las personas tendrán una experiencia más fluida comunicándose entre sí, así como interactuando con servicios y dispositivos”.
Añade Akihiro Nakao que “algunas áreas de la vida que podrían beneficiarse del 6G incluyen la atención médica, donde los sensores integrados de baja potencia podrían comunicar datos de salud en tiempo real a médicos o sistemas, o incluso la respuesta a desastres, ya que la integración con plataformas satelitales significa que, si la infraestructura terrestre se daña, se puede mantener la comunicación esencial”.
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Como explica Svensson, en el plano individual, el 6G abre la puerta al internet de los sentidos. Según Marianna Obrist, catedrática de Interfaces Multisensoriales en el University College de Londres, “aunque las tecnologías interactivas constituyen una parte fundamental y común de nuestra vida cotidiana, la experiencia típica del usuario solo implica los sentidos de la vista y el oído”. “Sin embargo”, añade, “el tacto, el gusto y el olfato tienen una gran repercusión en la salud, la seguridad, el ocio, el trabajo y nuestro bienestar general. Por lo tanto, las experiencias multisensoriales, si se incorporan en tecnologías interactivas de una forma fácil de usar, podrían posibilitar oportunidades de productos, tecnologías y servicios totalmente nuevos”.
En la integración de estos sentidos trabaja el proyecto europeo Sense X y ya se anticipan dispositivos como el TastyFloats, un sistema para degustar a partir del principio de levitación acústica. Según explica Obrist, este modelo “emplea ondas sonoras de alta intensidad para suspender materia, en este caso partículas de sabor, en el aire”. “Desarrollamos un dispositivo sin contacto que ofrece estímulos gustativos en el aire, sin ninguna sujeción. De este modo, el usuario es libre de interactuar con el estímulo usando su lengua”. También trabajan con la implementación de tecnología táctil para diseñar experiencias multisensoriales. En este sentido, un equipo de investigación de la Universidad de Chemnitz y Dresde (Alemania) ha dado un gran paso adelante en el desarrollo de pieles electrónicas sensibles (e-skin) con pelos artificiales integrados. Las pieles electrónicas son sistemas electrónicos flexibles que intentan imitar la sensibilidad de la piel humana.
Desafíos
Este futuro inmediato tiene que resolver algunos desafíos. El primero es que la señales del 6G, para alcanzar velocidades de datos de un terabyte por segundo y tiempos de respuesta tan bajos como 0,1 milisegundos, deben transmitirse en el rango de los terahercios, más allá de 300 GHz. Esto significa que el ancho de banda será muy alto, pero también que el alcance de las señales será muy corto y podrían bloquearse con muros y otros obstáculos. Esto implica un mayor número de estaciones base, aunque serán más pequeñas, y de nuevos tipos de antenas y mucha cantidad de estas para proporcionar una cobertura suficiente.
Por último, la avalancha de datos supone un desafío para garantizar la privacidad, para lo que se trabaja en mecanismos de aprendizaje automático que la preserven, “para compartir con la infraestructura de red”, según explica Giustiniano, “sólo los metadatos necesarios para prestar estos servicios, al tiempo que se protegen los datos personales”.
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